Analía Beltrán i Janés. Entrevista

Analía Beltrán i Janés© Foto Patrick Mora©

¿Cómo te surgió la idea de ser artista de acción?

De pequeña era muy aficionada a dibujar y lo hacía bastante bien, motivo por el cual mis padres me apoyaban y me animaban en esa dirección. También me gustaba mucho escribir, y lo hacía bastante bien, aunque, por algún motivo, mis padres a eso no le daban tanta importancia, tal vez por el hecho de que escribir es una actividad más privada y menos llamativa que dibujar. Con cinco años hice el dibujo de un perrito saltando que llamaba la atención, no tanto por mi habilidad técnica como por mis dotes de observación. Y cuento esto porque creo que ahí está la clave de mi tendencia al arte de acción.

Pero mis intereses siempre se desarrollaron en paralelo respecto de la literatura y las artes plásticas. Cuando llegó el momento de estudiar en la universidad, no sabía si debía estudiar Filología o Bellas Artes. Finalmente, me decanté por estudiar Bellas Artes, simplemente porque me admitieron antes. Pero, a lo largo de mi vida, siempre he tenido mis dudas sobre si elegí el camino correcto.  Cuando llegué a Bellas Artes, me di cuenta de que no era tan buena dibujante como creía ser. Siempre había sido la mejor de mi clase e incluso de mi Instituto, donde gané algunos premios de dibujo y también de relatos. Cuando llegué a Bellas Artes, ¡me encontré con los mejores de todos los institutos de Madrid! Así pues, las cosas cambiaron en mi cabeza. 

Durante todo este tiempo de mi formación, lo que yo quería era pintar, aunque también escribía y cantaba en un grupo pop, y era la responsable de las letras de las canciones. No tuvimos éxito a nivel nacional, pero tocamos en muchos sitios.

Cuando terminé mis estudios en Bellas Artes, continuaba con mi empeño de dedicarme a la pintura. La verdad es que tardé bastantes años en darme cuenta de que no me gustaba pintar.  Mi problema con la pintura era que la realización de la obra me resultaba muy cansada y penosa. Tenía montones de ideas para cuadros, pero llevarlas al lienzo suponía invertir gran cantidad de tiempo y esfuerzo. Cuando iba por la mitad de un cuadro, ya estaba sumamente aburrida de él, y deseando empezar otro nuevo. Un día pensé que a la gente que de verdad le gusta pintar, encuentra el proceso placentero, y para mí era un suplicio. Tenía que buscar un medio que me llevara más rápidamente desde la idea al resultado. Decidí entonces pasar a trabajar con vídeo, que, en un principio, parecía algo más inmediato, pero que resultó ser igual de laborioso y, además, desde mi punto de vista, mucho menos inmediato para el espectador. También hice incursiones en la fotografía, con resultados que no estuvieron mal, pero todo cambió con mi primera performance.

Mi contacto inicial con el arte del performance fue totalmente casual: participé en un homenaje en memoria del poeta José Ángel Valente. Aunque nunca había hecho performance, me animé a ello. No fue fácil ponerme frente al público…, realmente, me costó un tremendo esfuerzo y algo de medicación, pero en este primer contacto con la performance percibí que este medio me sugería muchísimas ideas y, además, el contacto y la interacción con el público me resultaba muy satisfactoria, cosa que no sucedía con la pintura, donde no existe ese feedback rápido de tu obra con el público. Esto sucedió en el año 2001. A partir de ese momento, hice todas las performances que me fue posible, que no fueron muchas en un principio. Aquellas primeras acciones no las tengo documentadas; en aquel entonces yo creía firmemente que era un arte que había que vivirlo en directo y que cualquier documentación que hiciera no iba a ser fiel a la realidad jamás, y que, por tanto, era mejor que no existiera ningún registro. Con el tiempo, me fui dando cuenta de que, si no se documentaba, parecía que no hacías nada y, consecuencia de ello, te encontrabas frente a la realidad de que no te llamaban ni contaban contigo para nada. Y eso nos llevaría a un tema interesante como es el de qué papel juegan los medios de comunicación y las redes sociales en la promoción de las obras de performance y cómo puede tergiversarse el auténtico sentido del arte de acción. Pero este es otro tema.

Así pues, creo que el arte de acción se adecúa a mi forma de trabajar, de vivir y de ser. Son largos procesos mentales a partir de observaciones, recogida de información, reflexiones. Se trata de un trabajo permanente, apenas visible. Tomo notas, eso sí; tengo muchos cuadernos, y utilizo, sobre todo, el móvil para anotar cosas que veo, pienso o que me llaman la atención, lo cual supone un continuo vida-arte. Creo mucho en el trabajo del subconsciente, experiencias que no recordamos, recuerdos de la infancia… Intento no presionarme buscando una solución a un proceso en curso, dejo que la búsqueda se produzca sola, de forma no consciente, como si mi mente fuera una olla en que las ideas se cuecen y emergen cuando están cocinadas. A veces, he trabajado en alguna performance durante años, como una que hice el año pasado en el Museo Neomudejar, que se basaba en una idea que llevaba madurando desde hacía más de 10 años y que nunca había sabido cómo estructurar. Sin embargo, dejé que durante esos años fuera tomando forma en mi cabeza, volviendo sobre ella de vez en cuando, hasta que llegó el momento en que estaba perfecta para ser presentada ante el público.

Analía Beltrán i Janes© Foto Fabrice Ziegler ©

¿Qué importancia das a la formación en arte?

Como he dicho antes, yo estudié Bellas Artes. No sé si como artista me aportó tanto como debería. No digo que no me haya servido de nada. Además, los estudios en la Facultad de Bellas Artes de Madrid han cambiado, según he podido comprobar hace poco cuando he dado un taller allí, pero lo que yo estudié en su momento no me resultó demasiado útil. Encontré más enriquecedor el contacto con otros estudiantes que tenían inquietudes similares a las mías. Yo no he recibido ninguna enseñanza formal sobre arte de acción. Con esto quiero decir que la formación en arte puede ser perfectamente autodidacta, aunque en este caso se corre el riesgo de tener grandes lagunas.

Creo que sí es importante que haya una formación en arte, sobre todo desde la infancia, y particularmente en la enseñanza secundaria, cuando los y las adolescentes van definiendo sus intereses. Aprender a practicar y valorar los fenómenos artísticos es muy importante para su formación como ciudadanos, al margen de que tengan o no expectativas de convertirse en artistas -que serán los menos-, y que sería deseable enfocar sus aficiones y tiempo de ocio hacia actividades que les enriquezcan como personas. Ya sabemos que el sistema educativo español reduce cada vez más los contenidos y asignaturas artísticas, y esto hace que la sociedad en general no valore la cultura y el arte como debería.

En cuanto a la formación superior, creo que debe orientarse a mostrar muchas opciones artísticas en las que los y las estudiantes tengan la oportunidad de conocer formas diferentes de expresión. Tal vez, si yo hubiera tenido en mi época de estudiante mayor conocimiento de lo que era el arte de acción, no me hubiera costado tanto tiempo llegar hasta él. Pero sé que hoy en día existen más oportunidades para los jóvenes de participar en talleres y residencias artísticas, así como que hay una mayor oferta de enseñanzas.

¿Es importante que esa formación se complete fuera de nuestras fronteras?

Es muy importante. Creo que todo el mundo estará de acuerdo en que es fundamental salir más allá de nuestras fronteras para conocer lo que se hace en otros países. Uno de los problemas a los que se enfrentan los artistas españoles (y ya no estoy hablando de los artistas de performance únicamente) es el escaso apoyo que reciben desde los medios oficiales, tanto profesionales como académicos, para poder viajar y completar su formación o para mostrar su trabajo fuera de nuestro país. Si nos fijamos, hay muy pocos artistas españoles en el circuito internacional, bien sea de arte de performance o de arte en general, y eso se debe a la falta de ayudas por parte de nuestros gobiernos.

Uno de los objetivos de mi proyecto PEPA consiste en ofrecer a la audiencia española la oportunidad de ver el trabajo de artistas de otros países. Estos artistas vienen a Madrid gracias a las ayudas que reciben de sus entidades culturales. Nosotros difícilmente podemos hacer lo mismo. Para los estudiantes la situación es similar; o lo pagan de su bolsillo o las oportunidades no son muchas. Aunque hay más oportunidades que cuando yo estudiaba, que no había ninguna si no disponías de los fondos necesarios.

¿Quiénes son tus referentes?

Me resulta muy complicado responder a esta pregunta porque creo que el término “referente” designa a ciertos artistas de performance cuya obra puede haberte influido. Como he dicho antes, creo que mis influencias vienen de campos muy diversos, a veces no están relacionados con el arte de performance sino con la literatura, el ensayo, la ópera o la vida diaria.

Claro que hay performers cuya obra me interesa y me gusta mucho, como, por ejemplo, Yoko Ono, Carolee Schneemann, Joan Jonas, Mierle Laderman Ukeles, Laurie Anderson. La sombra de Marcel Duchamp está siempre presente. En un ámbito mucho más cercano situaría a Esther Ferrer y Concha Jerez, pero es que estas artistas, además de influirme con su trabajo, también me han influido con los consejos que me han dado en algunas conversaciones que hemos mantenido. Artistas a quienes también considero amigas, y que me han apoyado e inspirado muchísimo, son Nieves Correa, Yolanda Pérez Herreras, Ana Matey y Paco Nogales. Me gustan mucho sus trabajos y, además, existe un intercambio muy fluido con ellas que resulta muy enriquecedor.

¿Hoy en día la performance goza de buena salud?

No creo que nada en el arte español goce actualmente “buena salud”, en el sentido de que soy bastante pesimista respecto a cómo la sociedad española comprende y apoya el arte. Esto tiene que ver con lo que dije anteriormente respecto a la educación artística. Por otro lado, también creo que en este país contamos con artistas con obras interesantísimas, que además tienen el mérito de vivir casi del aire y persistir entusiasmados en su trabajo.

Dentro de lo que son las artes plásticas, creo que la performance está viviendo una época de renacimiento en la que cada vez hay más y más gente que conoce esta especialidad artística y un número creciente de artistas a quienes les interesa experimentar en este campo. Por otra parte, si observamos el número de mujeres performers que hay hoy en día, podemos constatar que es un arte en que la mujer ha entrado con mucha fuerza y seguridad. Podría decir, incluso, que existe una superioridad numérica. Eso es algo inusual hasta ahora en otros campos del arte, ya que normalmente son los hombres quienes acaparan los puestos más relevantes dentro del mundo artístico.

En España, festivales con mucho recorrido como eran La Muga Caula y Acción!MAD, han realizado su último encuentro el pasado año 2019, y desde ese punto de vista tendría que decir que no goza de buena salud.  Una vez más, podemos achacarlo a la falta de apoyo institucional y a las dificultades que supone el sacar adelante festivales por las exigencias del sistema burocrático. Quién sabe qué se nos avecina con la crisis en la que estamos sumidos. Precisamente, el arte de acción es una actividad de cara al público e interactivo y ahora mismo no sabemos cuánto tiempo  se prolongará la ausencia de eventos públicos. Sin embargo, hay otros festivales que siguen adelante después de mucho tiempo, como “Contenedores” o “Cuerpo a cuerpo”.

¿Puede subsistir este tipo de acciones sin ayuda institucional?

Claro que puede subsistir sin ayuda institucional, pero no es la mejor opción. Nos encontramos con un panorama en el que la sociedad considera que a los artistas no hay que pagarles porque están haciendo algo que les gusta. Así, a ojos de muchas personas, dedicarse al arte es un “hobby”, no un trabajo. Como he dicho antes, los festivales de performance están desapareciendo del panorama nacional debido a esa falta de ayuda institucional y a las muchas dificultades que se imponen a los organizadores para que puedan proporcionar un pago adecuado a los artistas que participan. Por no añadir que, concretamente en el mundo de la performance, no hay ayudas para viajar a países extranjeros y, por tanto, a los artistas españoles se nos dificulta mucho participar en festivales internacionales.

Pero claro, “subsistir”, se puede subsistir, literalmente hablando, lo que no significa vivir de una forma decente como artista. En ese sentido, lo apropiado sería que los festivales de performance pagasen a los artistas por su trabajo. Eso es algo que es indiscutible.

Debo explicar, para que quede claro y por si alguien piensa que mi afirmación anterior es contradictoria, que yo llevo desde enero de 2018 organizando un evento mensual que se llama PEPA, en el que se presentan tres o cuatro artistas de performance en algún local o espacio independiente. En este encuentro no se paga a los artistas; claro que nadie más cobra. Esto es así por varias razones: porque no queremos cobrar entrada, ya que uno de los objetivos es la difusión del arte de acción; porque hemos querido ser independientes y no hemos pedido nunca ninguna ayuda; porque ninguno de los colaboradores cobramos y porque no lo consideramos un “Festival” sino un encuentro de performers completamente libre, de forma que los artistas tuvieran la oportunidad de llevar a cabo acciones que en un festival, probablemente, no hubieran podido hacer, o para que artistas que nunca han hecho ninguna obra de performance art pudieran tener la oportunidad de hacerlo frente a un público reducido. PEPA cumple una función diferente a los festivales, que deben existir apoyados por las instituciones, y en los que el trabajo de los artistas y demás participantes (organizadores, fotógrafos, técnicos, etc.) sea remunerado. Se trata de una labor de difusión a la que dedicamos mucho esfuerzo y entusiasmo.

¿Hasta qué punto es importante la participación del público en las performance?

Desde mi punto de vista, es imprescindible la participación del público. Creo que sin en el público una performance no es performance. Esta participación puede ser más o menos activa. Mi opinión es que, cuando hay mucha participación del público, la documentación está más alejada de la experiencia vivida in situ. Pero sea de una forma u otra, la simple presencia del público ya implica su participación. Como artista observas sus reacciones y eso siempre te influye en mayor o menor medida. En mi caso, suelo llevar las performances preparadas hasta cierto punto; siempre me reservo un margen para la improvisación en función de la cantidad de público y de sus reacciones. Incluso algunas de mis performances no siquiera se hubieran podido llevar a cabo con ausencia de público.

Aquí entramos en el tema que mencioné antes respecto a la relación de la performance en vivo con su documentación fotográfica o videográfica. Una de las cosas que más me interesa y apasiona del arte de acción es la premisa de que el arte es vida y la vida es arte. La performance no se debería separar de esta premisa, en mi opinión. Tiene que ser real y no impostado. Por eso la documentación fotográfica o videográfica puede ser muy engañosa.

Todos sabemos que hay performances muy malas con fantásticas fotos que impresionan mucho y que hay artistas cuyo trabajo de performance está dirigido exclusivamente a posar para la foto.  Y luego tenemos performances mucho más conceptuales en la que las fotos dicen bastante poco de lo que ha sucedido ahí y no son nada llamativas. Mucho me temo que en las redes sociales con Instagram, por ejemplo, lo que triunfa es la foto, que como foto puede ser fantástica, pero que  dice poco de la performance acontecida.

Y después tenemos el tema de la documentación en video, que también es compleja, ya que muchas veces hay performances muy largas que tienen que ser editadas. Por supuesto, es necesaria una documentación, pero la audiencia debe ser consciente de la distancia que ésta tiene con la experiencia real, es decir, que se trata de una información parcial.

Casos distintos son la foto performance y la vídeo performance. En ellas no se produce esta relación mencionada con la audiencia. Sin embargo, existen muy buenos trabajos en este campo, en el que también yo he trabajado, a pesar de que prefiero la performance en vivo. En el momento de confinamiento que estamos viviendo y con este distanciamiento social que no sabemos cuánto va a durar, es una salida muy interesante para los artistas de performance la realización de este tipo de trabajos en los que no es imprescindible la documentación.

¿Literatura, poesía, cuentos y performance?

Siempre hago referencia en mi línea de trabajo o “statement” a la fuente de inspiración que suponen en mi trabajo de arte de acción los cuentos populares, la poesía y la literatura en general. Como dije al principio, mi interés por las artes plásticas ha evolucionado paralelamente a mi interés por la literatura, aunque finalmente me haya dedicado a las artes plásticas. En alguna ocasión me ha ocurrido que, al leer una frase en una novela, de repente esta frase se convierte en imágenes, en acciones. Siempre digo que, en mi opinión, la performance es a las artes plásticas lo que la poesía puede ser a la literatura, porque en la performance, de alguna forma, estamos usando, o al menos yo las uso, las figuras retóricas que se pueden usar en la poesía, con la diferencia de que lo hacemos de una forma visual. Para mí, la performance es la esencia de lo artístico en el campo visual, al igual que la poesía sería la esencia de la sensibilidad literaria.

Los cuentos populares me interesan por el mismo motivo: son una síntesis de nuestras experiencias vitales. A partir de los cuentos se pueden contar historias de forma alterada, de manera que nosotros seamos los protagonistas que construyen ese cuento. En realidad, en los cuentos se muestran arquetipos que uno puede hallar en la vida real y jugar así con la metáfora, algo que me resulta muy sugerente.

Yo llegué a la performance por eliminación del objeto artístico, cuando los pensamientos y acciones del artista son la propia obra de arte. Todo este camino desde el cuadro hasta la performance que yo he recorrido está muy marcado por la obra de Marcel Duchamp, por los surrealistas y los dadaístas. Creo que la performance es la esencia de la creación artística porque en la obra de arte es el propio artista creando y no el resultado de esa creación. Y volviendo sobre el tema del arte y la vida, mi inspiración está en el día a día. Por ejemplo, observo como una mujer anciana da la mano a su nieto y ese detalle me conmueve e interesa, deja una huella que quizá más tarde incluyo en una performance en la que el gesto de dar la mano, en otro contexto, cobra mayor relevancia. Muchas acciones corrientes y cotidianas, extraídas de su entorno cobran un nuevo sentido que puede ser el origen de una performance, y que focalizadas pueden hacer que el público perciba su intensidad, porque el arte tiene que conseguir de nosotros observación y reflexión.