
¿Cuándo decidiste ser escultora?
La escultura llegó a mi vida en la facultad de Bellas Artes de la Complutense, donde estudié. Cuando comencé la carrera estaba más cerca de la pintura que de la escultura, ya que es lo que había practicado antes, en un estudio al que iba a pintar y dibujar desde los 13 años. Durante la carrera hice ambas especialidades hasta cuarto curso, no salía de la facultad y, aunque modelar me gustaba muchísimo, cuando comencé a trabajar con hierro, el material me atrapó. De hecho, en el último curso no me presenté a la asignatura de procedimientos, en la que se podía trabajar en el taller de metal con horario libre, para poder matricularme al curso siguiente y pasarme el día allí. Fue el hierro lo que me motivó para ser escultora; me identifico totalmente con este material. Puede pasar de la frialdad industrial a la calidez orgánica, tiene las dos facetas, una capacidad de transformación impresionante, porque es un material muy sensible a cualquier proceso al que se le someta. Además, trabarlo es muy directo, inmediato, sin pasos intermedios. Con piedra o madera la cabeza me va más rápido que la mano, porque soy muy inquieta creativamente, pero el hierro me deja fluir. Es casi como pintar para mí.
¿Piensas que la formación es importante?
Creo que es fundamental. Independientemente de que seas un artista plástico que trabaja de forma personal con los materiales, o un artista más conceptual, menos matérico, debes formarte para tener capacidades prácticas, y para que lo que produces sea de calidad. No conozco a nadie a quien la formación le haya restado en lugar de sumarle. Y por formarse entiendo, desde ser capaz de manejar una radial, hasta saber utilizar un programa informático. La formación te da herramientas, y las herramientas suponen libertad para crear. He cambiado mucho de materiales a lo largo de los años, y con cada uno he tenido que formarme, que investigar.

¿Crees en el oficio y en lo manual?
Creo y lo práctico, pero considero también que cada uno debe encontrar su camino para sacar lo que lleva dentro, y los caminos son infinitos. Hay trabajos manuales que se quedan ahí, en un ejercicio manual, al igual que existen trabajos conceptuales huecos. El objetivo consiste en llegar a trascender, a que haya verdaderamente algo detrás de la fachada, bien sea manual y con oficio o no. En mi caso, mi trabajo tiene una parte muy emocional, y el proceso matérico me conecta con esa emoción, aunque siempre se encuentra detrás el concepto. De hecho, busco e investigo en materiales y técnicas para llegar a una unión entre concepto y oficio. En el proceso de trabajo manual, hay un momento en que las piezas se independizan de mí, y yo me convierto en una herramienta a su servicio, y para poder llegar a este punto, evidentemente tengo que haber cogido mucho oficio, mucha mano.
¿Piensas que se debe salir de España para consolidar tu carrera?
Cada uno sigue un camino. La carrera del artista puede tener infinitos formatos, como su vida. De hecho, las biografías de los artistas consagrados son lo más dispar que pueda haber. Un artista lo es o no lo es, y la consolidación puede llegar o no, salgas o no salgas de España. El reconocimiento puede llegar en vida o que la obra se valore después. Aquí tendemos a pensar que todo lo que viene de afuera es mejor, pero juegan muchos componentes. Esto es un camino de largo recorrido, porque no es sólo de una carrera de lo que estamos hablando. Los artistas hacemos una apuesta de vida, y la vida te puede sorprender en cualquier lugar, en cualquier momento, y conducirte fuera o dentro de España. No hay fórmulas.
¿Qué es para ti el dibujo?
El dibujo es el origen, el principio de todo, ya que frente a cualquier idea lo primero que hago es abocetarla en un papel. Pero también es una herramienta en sí mismo para realizar obras definitivas, no bocetos. La línea, al dibujar, tiene un poder transformador impresionante. Un papel con un trazo, dado con una intención acertada, se puede convertir en una obra mucho más sólida que una pieza muy elaborada. Después de una época realizando piezas muy trabajadas, volví al dibujo sencillo desde el concepto que encierra un trazo continuo, infinito. Esa infinitud del trazo la relacioné con la infinitud del horizonte, realizando dibujos de montañas sin levantar la mano del papel, con un trazo continuo. Después la saqué del papel convertida en un alambre que continuaba el trazo dibujado, lo que me hizo descubrir muchísimas posibilidades plásticas y conceptuales, y de donde surgió la serie “Líneas platónicas”. A partir de aquí, el dibujo y el poder de la línea sencilla se incorporó a mi trabajo, y ahí sigue muy presente, como si fuera un material más, igual de definitivo que el hierro.
¿Cómo te relacionas con la naturaleza y lo orgánico?
La naturaleza siempre presente en mí. Es donde proyecto lo que llevo dentro, y donde me siento totalmente integrada, como una parte más de ella. Tengo mucha facilidad manual al trabajar, es como un instinto, algo que me viene dado por naturaleza, muy intuitivo, y todo lo orgánico me conecta con esa facilidad. Me siento parte integrante de la naturaleza al ser capaz de hacer crecer formas naturales con mis manos. Por eso los temas orgánicos, y su relación con lo racional, son constantes en mi trabajo, use el material que use. Me inspiro siempre en formas naturales, porque proyecto en ellas los conceptos racionales que llevo dentro, y así uno en la obra lo natural y lo racional, mis dos mitades.

¿Cómo interviene la elección de los materiales en tus obras?
Su elección y el cambio de uno a otro es algo que determina la evolución de mi trabajo. Es uno de los pilares de mi forma de trabajar. Al trabajar, busco que concepto y técnica se unan. A veces llego a un material de forme accidental, otras de forma buscada, depende. Pondré algunos ejemplos de cómo ha surgido esta elección a lo largo de los años. Para la serie “Levedad”, que representaba movimientos de hojas en el aire, busqué un material leve, papel blanco, y el hierro también lo laqué en blanco para aligerarlo. Para el décimo aniversario de la galería con la que trabajaba, Rina Bouwen, nos propusieron como tema para una exposición colectiva “La casa dentro de la casa”, y pensé en crear una casa animal, una tela de araña, dentro de la casa humana que era la galería, que se ubicaba en un piso. Para construirla empleé hilo de nylon, un material que se parece a las telas de araña reales. Al realizarla, el nylon transparente producía una sombra más intensa que el propio hilo. Ahí descubrí, como consecuencia del proceso de trabajo, las enormes posibilidades plásticas de la sombra, y comencé a buscar materiales que no se vieran pero que la produjeran, surgiendo la serie “Invisible”, realizada en metacrilato grabado, que proyectaba su sombra sobre el fondo blanco de los cuadros. Años después llegué al plástico, porque quería representar la contaminación que absorben del aire los líquenes, empleando un material para construirlos que, en sí mismo, es tóxico. En estas piezas empleé color reflejado, color empleado como energía para representar esa la toxicidad latente, no visible directamente, absorbida del aire por los líquenes. Y así, sigo investigando, aunque siempre le reservo un hueco al hierro, que por sus características me sigue resultando imprescindible para muchas ideas que me surge con conceptos en torno al universo vegetal. Estoy siempre en proceso, y la elección de materiales forma parte de mi proceso creativo.
¿Cómo es ser una artista de media carrera en España? ¿Crees que hay suficiente respuesta por parte de la administración y el mundo de la cultura?
La verdad es que funciono bastante por libre, y respecto a la relación entre Estado y cultura, tengo una opinión un tanto particular. A lo largo de la Historia, el arte se ha desarrollado mediante la financiación de sectores sociales cercanos al poder, ya fuera la Iglesia, las monarquías, las grandes familias o los burgueses más adinerados. Hoy en día, la cultura es democrática, como el Estado, pero el arte, como objeto de mercado elaborado por un artista, que es donde yo me ubico como profesional, no deja de ser un artículo al que se accede cuando lo básico está cubierto. No me gustaría imaginarme a alguien que no atienda las necesidades de un hijo por comprarme una escultura; lo mismo que valoro más el hecho de que la administración invierta más en educación para que la cultura llegue desde la base, que el de promocionar a un sector como el mío, que acaba sobredimensionándose a base de subvenciones. En ese sentido, creo que el sector de la creación artística debe depender más del ámbito privado que del público, aunque diciendo esto tire piedras contra mi tejado. La administración tiene ya que mantener un patrimonio cultural histórico muy grande en un país como España; un patrimonio del que todos disfrutamos, que es cultura que ha pasado el filtro del tiempo, y, si queda dinero para más, bienvenido sea, y encantada de recibirlo, pero no creo que sea bueno que el desarrollo de la creación y el mercado del arte contemporáneo deban depender del Estado para poder mantenerse de subvenciones, porque se sobredimensiona, se convierte en una actividad económica que no es real, y se hace demasiado frágil cuando llegan momentos de dificultad. El arte, según lo entendemos hoy, se puede democratizar hasta un punto, y no creo que sea mejor lo que se produce porque haya más subvenciones, ni que la creatividad se active. Habrá más, pero no necesariamente mejor. El artista que verdaderamente lo es, crea a pesar de todo. La creatividad y el amor al arte se activan a través de la educación, desde niños. Ahí es donde siento que la administración debería actuar, porque la cultura eleva a las personas, las hace mejores. Debería potenciar la formación y buscar fórmulas para hacer más presente, y de forma más activa, la inmensa riqueza cultural de un país como el nuestro. Por mi parte, vivo este camino desde una vocación absoluta y una fe inquebrantable. Si buscara seguridad y tranquilidad material, me habría dedicado a otra cosa, y no voy a responsabilizar a la administración de mi decisión personal, pero sí de que los colegios no organicen más visitas a los museos, impartan más formación musical, literaria…, y una forma más lúdica y trabajada de despertar la sensibilidad y la inquietud cultural en los programas educativos.