El arte de Cristina Lucas es inseparable de la crítica política, tal y como cabe ejercer la misma en la época en la que la emancipación de la mujer de estereotipos y servidumbres marca profundamente la agenda política y cultural. De allí que sus performances, instalaciones y sus videos explora y somete a juicio las múltiples facetas del patriarcado, se entrelacen con su crítica de la guerra o del capitalismo. Si una performance como Habla, en la que destroza a martillazos una réplica del Moisés de Miguel Ángel, es una desafiante proclama en contra la tradición patriarcal judeocristiano, una obra como El rayo que no cesa cumple el mismo papel con respecto a los bombardeos aéreos a la población civil de la que forman parte destacada las mujeres. Y si un vídeo como La Liberté Raisoneé -compuesto a partir del célebre cuadro La libertad guiando al pueblo de Delacroix – sugiere que aquella liberación no trajo la de la mujer; la colección de retratos de anarquistas, comunistas o fascistas titulada El viejo orden, abre el interrogante sobre si estas formaciones políticas no resultan obsoletas en la época de la emancipación definitiva la mujer. Cristina Lucas también demuestra que la crítica política puede y debe estar alimentada por la imaginación. Como en esa instalación Alicia en Córdoba, en la que se valió de una imagen acuñada por Lewis Carroll para mostrar que ya no cabe literalmente en el ámbito doméstico.