
¿Cómo elegiste la voz como forma de expresión?
Azares y sorpresas de la vida. No la elegí yo. La voz me eligió. El recorrido es largo y sorprendente por lo que no se podría comprender dando una breve respuesta. Siempre cito a San Agustín ante esta pregunta: No te hubiera buscado de no haberte encontrado. Yo nunca imaginé ni pretendí ser artista, ni cantante. El músico Llorenç Barber, además de compositor, historiador del arte, compañero mío a la sazón en los cursos de doctorado, al principio de los 80 me invitó a tocar en el Taller de Música Mundana improvisando con lo que tuviera a mano. A mano tenía piedras, juguetes, cacerolas, cuernos, caracolas, tubos de electricidad y fontanería, papel, cartón, matasuegras, toda suerte de objetos domésticos sonoros y… mi cuerpo. Fue tocándolos con la misma concentración con la que había escrito mis trabajos de universidad, mi tesina y mis libros, que la voz salió respondona como una necesidad de dialogar con tan humildes instrumentos. Poco a poco tomé conciencia de que aquellos sonidos vocales tan graves como un trueno unos y tan agudos otros como una sirena, tenían tanta rareza como interés, de modo que decidí prestarles atención por intuir en ello el germen de algo importante, más aún que interesante, algo desconocido pero que me latía de forma imperativa.
Fue y sigue siendo un proceso apasionante que se extiende en el tiempo. Yo nunca planifiqué ser música ni cantante profesional. Mis estudios superiores fueron otros. Aceptar la invitación de Llorenç tenía que ver tanto con mi afición a la música desde pequeña como con mi interés en las vanguardias del S.XX sobre lo que había escrito bastante durante la carrera de Historia del arte. En realidad esto sucedió no porque yo deseara ser cantante sino al revés de lo habitual. Sin estudios previos musicales más allá de mi participación en grupos escolares, unos rudimentos de guitarra y una afición cultivada por la música y por los cantos de protesta propios de la época, comencé de forma intuitiva a hacer música improvisada (arte sonoro si se prefiere) directamente en el escenario y continué y hoy sigo como alumna aplicada, estudiando voces y cantos de culturas lejanas. Al no saber entonces tocar profesionalmente instrumento alguno, mi atención hacia tales estímulos sonoros, objets trouvés de desecho, procedentes de la vida cotidiana, era tan rigurosa, que mi cuerpo, mi oído más bien, reaccionaron irremediablemente con emisiones vocales inusuales y sorprendentes, como dobles y triples sonidos afines algunos al canto de las ballenas, otros a sonidos propios de instrumentos de viento, de percusión o de la música electrónica. Así sucedió que sin haberlo intentado fui desarrollando un inhabitual registro superior a cuatro octavas. Fue ahí cuando comprendí que existían otras Fátimas en potencia, desconocidas para mí, con talentos y pasiones hasta entonces escondidas. Yo las llamo Fatimatrioshkas.
Lo bonito y sorprendente es que esa nueva etapa la abordé sin pretensiones, sin dudas ni miedo alguno y fue cuando me vi en 1989 cantando sola en el Festival de Otoño de Paris ante un selectísimo y exigente público de élite, sin ponerme nerviosa en absoluto, cuando comprendí que la voz y el escenario eran mis elementos. Decidí entonces dejar la dirección de la Fonoteca en la Universidad Complutense e irme a estudiar canto clásico Dhrupad con venerables y sabios maestros a India. Antes de tomar esta decisión me había paseado por algunas clases del Conservatorio Oficial de Música, comprendiendo que no era lo que yo necesitaba. A la vuelta de India, sin haberlo pretendido cuando allí viajé, sentí la necesidad imperiosa de parir algo sola y así nació en 1991 mi primer disco y concierto-performance para voz sola Las Voces de la Voz. Desde entonces di a luz otros cuantos, y hasta hoy que preparo el siguiente.

¿Tu voz es un don?
Quizás los resultados sí podrían inducir a pensar que se trata de un don, pero en realidad mi trabajo con la voz es la consecuencia de un proceso de evolución ante el que yo misma me quedo perpleja al constatar lo que podemos devenir gracias al arte y al lance poético más que a los dones y talentos que se manifiestan cuando somos pequeños.
En realidad mi voz, mis voces, las he ido descubriendo y cultivando a medida que las he ido necesitando, como si de piedras en bruto se tratara, que a la vez vas buscando y con las que te vas tropezando mientras intuyes que puliendo y puliendo va a desvelarse la piedra preciosa, en este caso la voz apropiada para la expresión que se precisa. Lo sucedido con mi voz podría relacionarse con el título de Jaques Monod El azar y la necesidad inspirado en una cita atribuida a Demócrito según la cual todo cuanto existe es fruto del azar y de la necesidad.
Probablemente esa voz, esas voces estaban latentes en mí pero lo cierto es que yo no lo sabía. Por eso no lo percibo como un don como tal. Lo que tal vez pudiera tomarse como un don es la osadía de confiar en algo que se te cruza por azar en la vida, sobre lo que sin tener seguridad alguna, lo tomas como orientación mas certera sobre por dónde has de caminar que las dos carreras que me precedían. Decidí pedir excedencia en la Universidad para dedicarme a algo en lo que yo no era profesional, con igual ahínco que el volcado para escribir los libros publicados hasta entonces y mis oposiciones. Mirándolo con la perspectiva del tiempo, éso tal vez podría tener que ver con un don, sobre todo porque en ningún momento lo viví como una decisión difícil y arriesgada, sino con toda naturalidad. Fue como una especie de acto de fe en aquello de lo que sin tener garantía de éxito, evidencia ni resultado alguno, no me ofrecía duda ninguna. Será que no me divierte ni interesa lo fácil.
Fui en esa dirección no porque se me diera bien cantar, más bien al contrario. Al comprender que la voz era un pozo sin fondo de inconmensurable e insospechado alcance, la voz se me impuso a la vez como medio y como fin y así aconteció que me sumergí en su estudio desde perspectivas varias: la voz cantada, hablada, lírica, mis estudios de canto del teatro Nô japonés, de canto difónico
mongol, de culturas orientales varias y de canto Dhrupad de India. Vislumbré en el trabajo con la voz algo complejo mucho más rico de lo que se entiende por canto como varieté, como entretenimiento o como instrumento lírico virtuoso al servicio de los compositores. Las innumerables culturas vocales a la luz de la antropología, la belleza de voces que nada tienen que ver con el canto lírico, el propio canto lírico y una necesidad de expresión que hasta entonces no se me había desvelado, motivaron ese punto de giro en mi vida y esa necesidad de estudio y de investigación al servicio de un lenguaje propio, un ARTE VOCAL. Nada de cantar por cantar sino como un medio para hacer arte, como pintar lo es para un pintor.
A los asistentes a mis conferencias y a los participantes en mis cursos, ante sus dudas, les digo: si sientes un estímulo que te resuena como propio y el miedo y la inseguridad te impiden seguir ese impulso, piensa que sólo si te lanzas al abismo te saldrán alas. Y eso lo digo fuera de toda vanidad, por tener que ver con lo que a mí me ha sucedido y por lo que vengo a colegir que el don no es tanto la voz y las acrobacias vocales como el lance de casarme con la voz como por una especie de coup de foudre propio de todo enamoramiento pasional para el que no existen razones ni conocimiento ni análisis previo alguno. A veces más determinante que lo que sabemos, es lo que no sabemos de nosotros mismos.
Concluiría pues diciendo que si mi voz es un don, éste debía de reposar aletargado en algún recóndito lugar de mí ser como mero potencial durante 30 años. El caso es que el don en cuestión no se manifestó por delante como un talento natural que me condujera a la ilusión de conseguir ciertos logros sino que por el contrario se reveló por detrás, al cabo de un laborioso proceso de evolución a veces medio a ciegas. La función crea el órgano. Esta afirmación revolucionaria del biólogo J.B. Lamarck asociada al estudio de la evolución de las especies, es o debería ser tan aplicable a la biología y a la ciencia como a las artes.

¿Qué relación hay entre la imagen y la voz?
Todo guarda relación en escena. Las luces, los trajes, la disposición de objetos, una silla, un taburete, la geometría, las proporciones. Todo contribuye a la percepción de la obra. La escucha queda influida por lo que se ve. En mis inicios en escena cayó en mis manos El teatro y su doble. Artaud hablaba en su libro de espectáculo integral y en esos momentos, yo en mantillas en lo que a espacio escénico se refiere, aquello me sonó como propio, orgánico y lógico en relación con lo que iba imaginando sobre mis escenarios a medida que iba creando obra. Fue aquel librito una revelación para mí y la confirmación de lo que, influida por mis estudios de arte, pensaba que tenía que ser un escenario y el carácter ritual de todo cuanto pasaba y se veía en escena.
A medida que iba componiendo obra, cada una, mientras la pensaba y ensayaba, me surgía asociada a una iluminación precisa, a una cierta gestualidad, a un vestuario. Ya en mi segunda creación Concierto en Canto durante la obra Alankara Skin, decidí interactuar con una fotografía que encargué al fotógrafo Koldo Chamorro, para ser proyectada en un tamaño de 7 metros de largo, mientras ascendía por una rampa de 8 m. de recorrido. Mi primer trabajo con vídeo fue también para este concierto. Después de haber compuesto El Principio del Fin (para 4 voces mías pregrabadas y una en vivo), se me ocurrió la idea de grabarme en vídeo a mí misma, para que las 4 Fátimas pregrabadas me acompañaran en escena a modo de go-gos o coro. Entonces, en 1996, algo así no se había hecho. También en este concierto en Tala Tala que Tala Tala, ¿Qué Tal? llevo un cuchillo atravesado en la cabeza para reforzar el sentido crítico de esa obra sobre lo grotesco implícito en algunas expresiones populares de la España de charanga y pandereta. Ése fue sólo el principio. En la siguiente creación, ArteSonado, la presencia del vídeo adquirió gran importancia y mayor presencia. Las proyecciones no se hacían sobre monitores o pantallas como era usual, sino sobre una escenografía que yo misma construyo en escena a base de ropa blanca tendida. Más adelante encargué a Chema Madoz fotos para la escenografía de perVERSIONES. Todo esto me vino surgiendo no como un decorado sino como una necesidad para reforzar el concepto o idea poética que respalda cada obra. Nada en mis escenarios, ni el más mínimo elemento es decorativo. Todo lo que aparece, que es muy poco y esencial, ha de ser imprescindible. Por ello, lo que se ve en escena siempre está muy pensado y cuidado al milímetro.
Entiendo que en escena todo conforma una unidad que incide a un nivel sensitivo y perceptivo en cada individuo del público. Todo en escena, sin excepción, ha de inducir a la máxima concentración para que lo que allí suceda tenga que ver con una experiencia individual y no con un pasatiempo. La iluminación, el gesto, el vestuario, todo deviene música. Por ello todos los elementos están siempre tan medidos y son siempre sobrios. Nada sobra. Todo significa. ¿Dónde empieza y termina la escucha?. Todo determina la percepción de lo que sucede en escena, tanto lo que se ve como lo que se escucha. Los ojos se convierten en oídos y no me cabe duda de que se escucha distinto en función de las luces, la geometría y disposición de elementos en escena por escasos que sean, aunque sea un pie de micro. Hay elementos cuya presencia voy definiendo a medida que creo la obra. Una vez la obra está terminada, concedo un tiempo y atención específicos a tomar decisiones sobre cada detalle. Al estar sola en escena en buena parte de mi obra, todo se ve. Cuando respiro, cuando me agacho, cojo un diapasón, me coloco un chal o un sombrero y nada ha de distraer, todo ha de ser fluido y en armonía con la dramaturgia.
Este mimo por lo visual tiene cierta lógica. Mis padres, tenían una Galería de Arte en Salamanca. Mi afición favorita desde pequeña era el dibujo. De hecho mis partituras tienen un significativo alcance visual (https://fatima-miranda.com/sp/visual/partituras/). Seguramente este conjunto de factores determinó que mi interés por el arte y la belleza fuera natural en mí desde niña. Luego lo cultivé durante la carrera y más tarde todo ello evolucionó hacia la práctica del Arte en escena, siempre con una dimensión poética y performativa en el sentido de Performance Art, no como un recital sin más.

¿La técnica te hace libre?
No imaginas cómo. Sin duda la voz bien trabajada supone una vía de conocimiento y de libertad. Todo arte implica el conocimiento de una técnica. Llegar a dominarla exige un trabajo consciente y prolongado. Una vez automatizada y trascendida, ya libre de
control voluntario, es cuando puede emerger un arte no pensado, personal y libre en el que no se percibe un atisbo de técnica, concediendo al canto una ligereza exenta de todo artificio. Como escribía Morton Feldman cuando tocas un instrumento, no estás solamente tocando el instrumento, el instrumento te está tocando a ti. Es alto el grado de conocimiento de uno mismo y de libertad que puede alcanzarse gracias a la práctica de un arte y más aún si el cuerpo está implicado a tal punto.
En la voz intervienen más de 200 músculos y numerosas partes del cuerpo. Al no existir un miembro que sólo sirva para cantar o hablar y al poner la fonación en marcha un tan complejo mecanismo de músculos, resonadores, partes del cuerpo y sensaciones, trabajarla conscientemente te esculpe y te pule. Para que el canto sea libre y bello, el cantante no puede estar pensando en su control. Para dominar la técnica hay que poder olvidarse de ésta pero uno no puede olvidar lo que no ha aprendido durante un proceso consciente de entrenamiento. El no esfuerzo derivado del esfuerzo consciente te conduce a una libertad en la que la técnica está integrada y ya no se nota. Es entonces cuando vaciada de toda intención, aparece la idea y te asiste la inspiración, no al revés. La técnica por la técnica, por perfecta que sea, no es suficiente. Mientras que se note el menor signo de técnica, el cuadro no estará terminado, escribía Oscar Wilde.

Los cantantes experimentales o extended voice, creamos y componemos obra a partir de nuestro cuerpo, de nuestra voz, de un instrumento que llevamos puesto y que hemos estudiado, investigado, construido a medida y cultivado para ponerlo al servicio del arte, de la música y de las ideas. No se trata de cantar por cantar, ni de ejecutar una filigrana tras otra de forma exhibicionista, sino de desarrollar todo un lenguaje. Este dominio técnico, sin embargo, está muy lejos del frío y exhibicionista alarde de efectos gratuitos. Pongo el acento en este aspecto, porque si se olvida el valor transformador del arte, la experimentación y la técnica como un fin en sí mismas no valen nada y no interesan.
En India aprendí de Ustad Zia Fariduddin y de Ustad Zia Mohiuddin Dagar, mis maestros de canto y música Dhrupad, que la mejor improvisación es la más preparada, la que procede de una larga práctica (Riash) y de la repetición atenta y perseverante. Allí comprendí que la máxima libertad y maestría se logran a partir de la observación de unas exigentes reglas y de una disciplina que inevitablemente conducen hacia una música dotada de una expresión personal, la de cada cual, única y esencial, jamás mediatizada por modas y leyes externas. En este sentido me gusta y divierte mucho Raymond Queneau cuando tan sagazmente dice que El clásico que escribe su tragedia observando cierto número de reglas que él conoce, es más libre que el poeta que escribe lo que le pasa por la cabeza y es esclavo de otras reglas que ignora.
Las culturas vocales de trasmisión oral no se enseñan por medio de un método organizado que explique cómo integrar ciertos recursos técnicos. Ello hace que el proceso sea lento y seguro así como tedioso en sus inicios. Yo como occidental, al haberme visto en la necesidad de decodificar el cómo llegar a dominar ciertos recursos y combinarlos entre sí, siendo teóricamente incompatibles, trabajo la voz de forma tanto intuitiva como analítica, combinando el aprendizaje racional con el auditivo y sensitivo. En cualquiera de los casos los conceptos de repetición y olvido están estrechamente vinculados. Fue después de mi periodo de estudios en India cuando, tras una práctica repetitiva a veces insufrible, comprendí lo trascendental de la repetición al constatar como emergían las ideas y nacía y crecía mi obra.
¿Puedes contarnos como es tu proceso creativo? ¿Partes de una idea? ¿Cómo la desarrollas? ¿De qué hechas mano para seguir adelante?
A medida que se va creando obra y uno empieza a distinguir constantes en el comportamiento de las ideas, se empieza a tener la impresión de que todo está ahí, de que las ideas son una especie de secreto a voces que está reservado y presumidamente escondido a la espera de ser desvelado. Las musas no existen. Observo que para que la imaginación y la inspiración te asistan es fundamental confiar y estar entrenado. De otro modo el estímulo podría pasarnos por delante sin enterarnos de esas ideas/flechazo que surgen en medio de la vida misma. El punto de partida es una idea más bien en lo que se refiere a un proyecto o concepción de un concierto completo, pero las obras sueltas que integran cada concierto van surgiendo aisladamente y de formas muy diversas.
Creo que la voz es un desafío a la memoria. A veces en medio de actividades varias, sin venir a cuento, me sorprendo improvisando una secuencia melódica que no tengo ni idea de con qué tiene que ver y de pronto percibo que está motivada por un estímulo sonoro externo. Otras veces no. Cuando así sucede lo grabo y lo guardo. Más tarde estos prontos, que es como yo los llamo, van desarrollándose, puliéndose y tomando forma hasta llegar a ser obra. Podría distinguir varias fases en el proceso de creación. Cuando me surge esa melodía o frase de manera fortuita, en ese momento no me paro a desarrollar nada, tomo unas notas, grabo algo breve justo para dejar constancia de la idea o de la música que me surge. Al cabo de un tiempo me encuentro con bastantes pequeñas grabaciones de este tipo y es cuando me paro a analizar todos esos esbozos archivados en momentos diferentes y en los que suelo encontrar elementos recurrentes. Me voy entusiasmando con alguno en particular. Confío en esos fragmentos que van surgiendo en medio de la vida cotidiana y entonces es cuando me pongo a trabajar a fondo en uno que me motive especialmente,
con el fin de componer una obra. Una vez elegido, continúo con el proceso de composición todo el tiempo que sea preciso. Compongo desde la voz y desde el cuerpo que es un gran maestro, y cuando creo que la obra, el fraseo, su estructura y duración están claros, entonces viene la fase de ajuste y pulimiento a base de más y más repetición para ablandarla y que fluya como si nada, libre, como si fuera improvisada sin serlo.
Sucede a veces que desde ese pronto/esbozo inicial que te lleva a desarrollar algo hasta que la obra culmina, el resultado es a veces bastante diferente de lo que surgió en aquel lance inicial. Comprendes entonces que sin ese breve destello no hubiera llegado a desarrollar y parir esa obra, de modo que ambos, el pronto inicial y la obra terminada están íntimamente relacionados y desde luego también lo están con mi ser más profundo.
Me preguntas que de qué echo mano. De nada en particular. En principio yo no me siento a componer con horario. No compongo por encargo. Tampoco tarareo canciones ni canto en la ducha. Es después de que la idea me llega casual y ocasionalmente, cuando le doy todo el tiempo y entrega que necesite.

Hay algo especial en mi vida cotidiana que a veces sospecho que sí podría tener que ver con el proceso de creación. Eso es de lo que echo mano, pero cada día. Es posible que mi capacidad de trabajo, la concentración e imaginación que me asisten, además de genéticos, estén relacionados con una práctica de voz en torno a una nota grave que hago cada mañana justo después de levantarme y a ser posible de madrugada. Práctica que heredé de mis estudios de canto Dhrupad en India y que supone a la vez un entrenamiento de la voz, de la respiración y de la concentración en la escucha. Al ser muy estática y monótona dicha práctica propicia un silencio mental que seguramente me proporciona un estado de disponibilidad y atención el resto del día. Desde que amaneces, esta práctica te mantiene oídos y mente alerta, por lo que a veces cualquier estímulo sonoro cotidiano que podría proceder (por poner algún ejemplo) del microondas, del calentador de agua, de la impresora, de un anuncio de la radio, de un fragmento de música de una película, de un CD o de uno de mis ejercicios de canto persa que estoy estudiando ahora, va y funciona como detonante que te impulsa a cantar algo que mínimamente o nada tiene que ver con lo escuchado. Si vas abierto de orejas por la vida, te pasa un sutil mundo sonoro diferente al de la contaminación sonora. A veces te regalan un pequeño instrumento o juguete y al intentar sonarlo, ese sonido te inspira algo. Vas al mar y una sirena de barco, el sonido de las olas, el lloro de un niño o el gorjeo de un pájaro te sugieren una música. En fin, que la vida es un almacén de sonidos y te provee de materiales que te siembran sin querer, sacando de ti (si es que estás entrenado) cantos que no buscabas, pero a los que, si me llega algo que me late, me entrego en cuerpo y alma poniéndome a trabajar en ello hasta que va tomando forma y la composición queda a mi gusto. Es cierto que el proceso es en general laborioso y largo y más aún cuando las ideas han de pasar por el cuerpo y son la belleza y la armonía las que mandan. El proceso de creación en arte no admite atajos. En ocasiones la composición y dramaturgia de la obra en la que estoy trabajando me pide cierto timbre de voz extremo que en ese momento no tengo entrenado. No me arredro. Si cuando precisas algo inhabitual o incómodo, crees que no va a funcionar o que te vas a hacer daño y no te arriesgas a intentarlo, es frustrante. ¡Claro que supone trabajo y tiempo lograrlo, pero la satisfacción es enorme!. Sucede que a menudo nuestras posibilidades son infinitamente mayores de lo que creemos, pero el miedo o la pereza te impiden impulsar tu potencial. Aumenta tus necesidades y aumentarán tus capacidades escribió Yalāl al-Dīn Rūmī. Tengo la suerte de ser osada y lanzarme con confianza a las ideas que me convencen. Tal vez los primeros intentos den resultados parciales o incluso desesperantes, pero si mi oído tiene claro lo que quiere, no hay más que ponerse a practicar con la intención pretendida y a base de repetición, concentración y entrenamiento, el recurso vocal requerido se va moldeando y ajustando entre lo que uno quiere e imagina y lo que su anatomía y morfología dan de sí, que puede ser mucho. Los músculos se entrenan, de modo que si lo necesito intensifico la práctica de respiración y de escucha, tiro de repetición y logro lo que quiero, no de un día para otro. Los músculos precisan tiempo. Todo lo que depende del cuerpo precisa tiempo y el ARTE VOCAL lo precisa igual o más aún que el arte de la danza ya que el instrumento VOZ no se ve y se guía por sensaciones subjetivas. Uno no puede llegar a emitir lo que no puede escuchar, como le sucede a las personas sordas, pero si conoces la técnica, haces un trabajo consciente y te dosificas con inteligencia, logras lo que quieres. El cuerpo es un gran aliado y una y una gran fuente de inspiración.
¿Cómo te ha influido Oriente en tu Arte?
Profundamente. No sólo las voces de su antigüedad sino también su filosofía, particularmente la Japonesa (teatro Nô) y la India (canto Dhrupad, tradición musical trasmitida oralmente desde el Siglo XVII) aunque mi estudio e investigación de culturas vocales sea más amplio. Al ser éste, el de las influencias, un terreno resbaladizo, creo oportuno matizar mi forma de pensar, vivir e inspirar mi arte de Orientes y de otras fuentes, desde un planteamiento de experimentación y de modernidad. De nada vale ir al fin del mundo y traerse souvenirs de aquí y de allá si lo que allí se aprende es postizo y no queda asimilado y trascendido para convertirlo en un lenguaje propio. De ahí el título de mi concierto Cantos Robados. En este sentido es elocuente lo que Octavio Paz escribió en El laberinto de la soledad: En mi peregrinación en busca de la modernidad me perdí y me encontré muchas veces (…) Simultaneidad de tiempos y de presencias: la modernidad rompe con el pasado inmediato sólo para rescatar al pasado milenario y convertir una figurilla de fertilidad del neolítico en nuestra contemporánea.
Es claro que lo que me interesa con la voz es experimentar e investigar saltándome a la torera la tiranía de los cánones de belleza del canto y que lo que me parece más honesto en relación con el Arte de la Voz no es intentar inventar nada sino descubrir e investigar insólitos recursos vocales de otras culturas que habían quedado sepultados a lo largo de los últimos siglos bajo la hegemonía del canto lírico. ¿Qué mejor transgresión que alimentarse recuperando expresiones vocales milenarias que sin duda anidan en el inconsciente colectivo?. Así ese arsenal de timbres y expresiones sonoras primitivas no sólo orientales, muchas de ellas casi borradas de nuestra cultura o reducidas a un grupo étnico (albórbolas bereberes, irrintxis vascos, aturuxos gallegos,
microtonos de la raga india, difonías mongolas, melopeas dionisíacas, yodels pigmeos, voces nasalizadas de la ópera china, gritos del teatro Nô y del Kabuki japonés, Pansori coreano, cante jondo, canto Gregoriano o sufí, todos ellos y más) se convirtieron para mí en un manjar de arquetipos sonoros de ida y vuelta a digerir hasta hacerlos propios para poder refrescarlos impulsando un arte nuevo.
Por mucho que se aprenda de antiguas culturas, es la manera de manejar ese material la que coloca a la obra en el nivel que le corresponde. No se trata tanto de QUÉ se canta si no de CÓMO se canta. En el momento en que la herencia de otras culturas vocales pasa a otras manos, si el artista es genuino y bueno, ha de hacer suya la obra otorgándole OTRO sentido, otro CÓMO, el suyo particular, una poética propia, desvinculándolo de la actitud innoble y kitch de la imitación y la copia.
Si algunos bebemos de las fuentes de la antigüedad y de sus tradiciones vocales, nada tiene que ver este aprendizaje con la actitud naïf del remedo étnico, tan propio del cretinizante movimiento new age. Se trata más bien de recuperar aquellas raíces sonoras y la función presintáctica del lenguaje, de las que se nos ha despojado a lo largo de los siglos. Nadie resumió mejor mi actitud en este sentido que el poeta chino del siglo XVII Matsuo Bashô al escribir: No sigas las huellas de los antiguos, busca lo que ellos buscaron.
Imitar y copiar es indigno. Robar, apropiarse de las fuentes para poderlas trabajar a fondo, integrar, digerir y olvidar, trascendiéndolas y convirtiéndolas en otra cosa (como apuntaba al hablar de la técnica) puede por el contrario dar lugar a un arte original, un arte sin artificio. Habiendo partido en mis principios de la intuición y continuado con el estudio de canto de otras culturas y también del canto lírico, hoy día sigo entrenando y ampliando mi voz, mi escucha y mi lenguaje. En 2014 viajé y residí en Azerbaijan para estudiar canto clásico Mugham con los grandes Fargana y Alim Qasimov y en la actualidad estudio Canto clásico persa con la excelente Mahsa Vahdat.
En estos tiempos en que todo vale, parece oportuno reflexionar sobre el justo significado de términos tan manidos y desvirtuados como original, moderno, postmoderno, vanguardista o experimental, cuando nos referimos a las expresiones artísticas más recientes. La cultura global de estas últimas décadas parece estar de vuelta de todo, incluso de las vanguardias artísticas. Un momento peligroso para el arte de hoy que progresivamente aloja a más intrusos que a base de facilidades tecnológicas entre otras, ignoran o denostan la idea de proceso.
Para rematar esta respuesta me permito la licencia de citar el texto dedicado a mi concierto Cantos Robados: entre Salamanca –ciudad en que nací y estudié Letras– y Samarkanda – de camino a la India, donde estudié música–, entre Occidente y Oriente, entre la tradición y la vanguardia, se encuentran los campos por los que metafóricamente transitan y brotan mis cantos robados, ¡cuánto más rodados más robados!

El humor siempre está presente ¿Es importante disfrutar el arte?
El sentido del humor forma parte de mi naturaleza y por tanto es parte inevitable de mi obra. Puedo ser también muy dramática, así que quizás sea un mecanismo natural de supervivencia que me equilibra. La ironía y el humor son una cosa muy seria… Contribuyen a un cierto modo de construir el pensamiento, como unas gafas de quita y pon que sirvieran para percibir la existencia de forma más aguzada. Y sí, lo paso realmente bien tanto en el escenario como cuando estoy construyendo una obra con humor.
El humor permite además ironizar sobre uno mismo y desnudarse dejando entrever cosas de uno que de otro modo no revelaría. Contar con ello es una suerte. Siendo como soy más bien concienzuda e intensa, el humor me aligera muchísimo y me ayuda a llevar una existencia muchísimo más digna que si no contara con él. Si el humor no estuviera presente en mi vida y obra no sólo habría sucumbido sino que mis conciertos adolecerían de densidad y la habilidad para trasmitir ciertos conceptos o ideas sería insuficiente. Sea como fuere, en caso alguno se trata de un recurso aprendido, de un artificio fácil o de algo postizo. Ni puedo ni quiero remediarlo. No obstante siempre está muy calibrado. Se trata de un tipo de humor que induce a pensar, ajeno a la idea de entretener o de hacer reír por reír. Tiene que ver por el contrario con una forma de comprender el mundo y la vida evitando rigideces. Creo además que el humor potencia la tolerancia y la compasión, lima arrogancias, egos y vanidades, enriquece el lenguaje, las relaciones y la imaginación, propiciando tanto el sentido crítico como la alegría y capacidad para desdramatizar. Lo que se trasmite en obras como Entre Salamanca y Samarkanda, percuVOZ, Tala Tala que Tala, ¿Qué Tal?, Asaeteada, Respiros de España Blues o El Principio del Fin, empleando un sinfín de onomatopeyas, exabruptos o expresiones sonoras sin precisar apenas de lenguaje inteligible, toca fibras sensibles del público y esto es para mí un regalo. Poder contribuir a aumentar el sentido del humor del público es un privilegio.
Aplicar el humor en mis conciertos a cuestiones trascendentales o tan sensibles como la convivencia de religiones o las relaciones amorosas, creo que permite un discurso no sólo más transgresor sino más eficaz por su mayor comunicabilidad si lo comparamos con un lenguaje narrativo que diga lo mismo, expuesto con una seriedad digamos académica.
El sentido del humor juega en mi obra un papel capital simétrico a lo dramático. Por su parte la íntima relación entre lo sagrado y lo profano, lo sesudo y lo loco presente en toda mi obra, llevan de por sí un guiño implícito, no como una estética sino como algo vital que permite mostrarme tan frágil, plural y contradictoria como todos lo somos y tan franca como cuando se es capaz de cuestionarse, riéndose un poco de uno mismo. Me parece que esto aporta calidez y crea empatía con un público que quiero creer que sale de mis conciertos más sonriente, crítico y esperanzado que como entró y con mayor determinación para despojarse de prejuicios y atreverse a ser cada uno más uno mismo.
Por todo ello ceo que además de tener que ver con mi naturaleza, en esto del humor hay no sólo una cuestión de estilo sino también algo de orden ideológico y metafísico incluso. En el mundo de hoy hay muchos motivos para quejarse y protestar sin parar. Compensarlo con humor sin frivolizar en absoluto, nos proporciona una forma más alada de relacionarnos, logrando, mediante la ironía, tanto un trato sensato de críticas y diferencias como que ello cale más hondo que si se hubiera hecho con rudeza y acritud.

¿Qué importancia tiene el espectador en tus obras?
Mucha importancia. Es ante el público que la obra concluye. La obra llega a escena tras un largo trabajo en solitario por lo que ponerla ante el público supone una culminación y aunque construyo la obra en sí misma y sin pensar en el público, durante la presentación en vivo se produce un toma y daca, como una sutil historia de amor en la que cuanto más das más recibes. Una experiencia preciosa. Cuando te entregas así, de verdad, sola con la voz, TODA tú, con la máxima concentración, sin ornamentos, justo unas luces y un vestuario muy cuidados, esa desnudez propicia en el público una percepción más fina. Es emocionante escuchar los silencios en los que se oiría caer una aguja y es de veras hermoso y deseable que la obra presentada en escena tenga vida propia independiente, que pueda inspirar y sacar algo del espectador que éste no tenía identificado y llegue a generarle emociones o sensaciones escondidas. Hay quien se ríe sin poder contenerse. Los hay que lloran. Todo ello lo vivo con enorme satisfacción y gratitud. El recientemente fallecido Joan Margarit hablando en una entrevista sobre la relación poema/lector formuló de maravilla exactamente lo que yo pienso sobre la relación canto/ público durante el concierto: decirle a alguien a quien tal vez ni conoces, justo aquello que necesita que se le diga y que ni el o ella sabía que lo necesitaba. Por ello más que escénicas considero idónea la denominación más reciente de ARTES VIVAS.
En las artes vivas a menudo se tiene la idea convencional de que uno se pone en el escenario para gustar, confundiéndolas con la idea de pasatiempos y entretenimiento y ésto no puede ser porque coloca al público en una postura pasiva y sumisa mientras que todo arte que se precie ha de inducir a una actitud reflexiva y activa, a una experiencia que en alguna medida le toque y le cambie. Cada obra ha de generar tantas lecturas como espectadores, cada una nutrida y filtrada en función del bagaje personal, los orígenes, el inconsciente, los gustos y la imaginación de cada espectador y no desde fórmulas de atención preestablecidas. Por eso no me interesan los deslumbres a base de decorados y efectos especiales, proyecciones arbitrarias y movimientos de luces sin venir a cuento, que distraen a base de vacuos artificios evitando que el público atienda, piense y ESCUCHE realmente.
El prejuicio de que el arte experimental, contemporáneo o de vanguardia es incapaz de, o no debe de conmover, debe desaparecer. El público no iniciado es inteligente y cuando descubre nuevos lenguajes que le tocan en lo más profundo, los entiende y lo disfruta. No te haces idea de cómo agradecen la sorpresa y la hondura de propuestas que se salen de lo consabido. Concentrados, boquiabiertos, sonrientes y haciéndose pertinentes y sagaces preguntas. Los artistas por medio de un trabajo concienzudo y riguroso podemos incidir en reforzar los niveles de libertad y criterio del público, propiciando un mundo mejor.
La idea populista de éxito de público entendido tal y como lo hace la sociedad actual no sólo no me interesa sino que me desagrada por medirse a menudo en términos comerciales y cuantitativos de rentabilidad y no de calidad y de interés real de contenidos tan valorado por el público. Mi idea de éxito se encuentra en las antípodas. Éxito es llegar a incidir en la capacidad de percepción del público disuadiéndole de comportamientos gregarios. Éxito es sacarles de lo consabido incrementando su imaginación. Éxito es que mi práctica artística me permita evolucionar como ser humano y gozar de la independencia y libertad de la que puedo hacer gala al no someterme a modas, etiquetas impuestas o fórmulas fáciles, permitiéndome ser lo que soy.

¿Cómo concibes el papel de la mujer en el arte hoy?
En relación con la evolución del papel de la mujer, es cierto que se habla mucho de ello, sin embargo yo invitaría más bien a caer en la cuenta de que vivimos en un mundo plagado de conflictos, incomprensiones, rivalidades, violencia, egos y contradicciones, y estamos tan cerca unos de otros, que a los artistas, mujeres y hombres, nos urge por igual reflexionar sobre lo que a menudo se olvida, y es que el arte es un medio de resistencia contra el miedo a la diferencia y a la libertad, contra la degradación del gusto, de la verdad y de la belleza, y que a través del arte de mujeres y de hombres se puede combatir no tanto las diferencias, como sobre todo la ideología que históricamente las ha alimentado y que aún las alimenta, contribuyendo a avanzar en el camino de la emancipación de los seres humanos.