Magdalena Correa. Entrevista

Magdalena Correa© Suiti

¿Cómo fueron tus comienzos en la fotografía? ¿Siempre quisiste ser artista?

Desde pequeña, sentía la necesidad de conocer el mundo, responder a los Miles de preguntas que rondaban mi cabeza. ¿Qué existía más allá de mi entorno inmediato, de mi vida acomodada y tranquila? Intuía que existían sociedades sorprendentes, lugares donde el hombre insistía en vivir a pesar de su indomabilidad; Vidas especiales, extraordinarias. Yo quería ser parte de ellas.

Siempre quise recorrer el mundo y grabarlo en mi memoria. Encontré a la fotografía y ella a mí. Este soporte me permitió grabar instantes, momentos decisivos que, de otra manera, se disiparían como plumas arrastradas por el viento. Retenerlas y volver a revivirlas era para mí volver al pasado, a aquellos instantes mágicos que no volverían a repetirse.

Fue así como a los quince años me enamoré de la fotografía y emprendí la carrera de las bellas artes con el propósito de no documentar la realidad, sino de hacerla mía, manejarla a mi antojo, interpretarla desde mi propio punto de vista.

¿Qué importancia le da la formación académica?

Creo que es fundamental desde el punto de vista de obtener una experiencia enriquecedora que se suma a muchas otras emprendidas a lo largo de tu vida. El intercambio con otras personas que piensan diferente a ti, que vienen de otras culturas, países e ideologías, es lo que le da valor a la formación universitaria, ya que el aprendizaje real se hace haciendo camino, como decía Antonio Machado.

Hoy en día, la formación académica en el campo de bellas artes se ha abierto rotundamente, creando sinergias con diferentes disciplinas, entre ellas las nuevas tecnologías (TIC), un mundo que entrega nuevas posibilidades de comunicación, investigación y cooperación, permitiendo que los diferentes campos del arte, de la ciencia, de la técnica, etc., traspasen sus fronteras, alimentándose los unos de los otros.

¿Cuánto tiene tu obra de sociología y antropología?

Todos los proyectos que realizo son resultado de una mirada artística debido a mi formación en Bellas Artes y posteriormente en fotografía y video. Sin embargo, todos buscan demostrar que el arte no es sólo una herramienta estética,  sino que debe ser un importante instrumento para educar y concienciar a la sociedad y poder transformarla.

Me mueve mirar y detenerme en realidades humanas en condiciones extremas que coexisten de manera habitual y real con nuestra vida cotidiana, pero que no son objeto de nuestra preocupación porque vivimos instalados en la comodidad y porque, en muchos casos, dadas las dificultades para acceder a ellos, simplemente no figuran en nuestros mapas mentales.

Llevo desarrollando desde hace años una línea de investigación fotográfica que tuvo como tema principal en mi tesis doctoral: La fotografía como documento y arte. He tratado de demostrar, a través de los proyectos realizados hasta hoy, que la fotografía artística también puede contar la realidad. Con esto me refiero a otorgarle a la imagen otro valor; el de mostrar lo que acontece en el mundo bajo el prisma del artista, fundiendo en una sola imagen el arte, la información, la sociología y antropología. Para mí, el arte debe de permitir conocer realidades extremas, mirar de frente situaciones que no nos gustan, que nos indignan, que nos aterran o que nos sobrecogen y que, sobre todo, existen, pese a nuestro desconocimiento. El arte debe asumir un compromiso social. No debe ser sólo una forma de expresión estética, sino también un medio educativo y de denuncia.

¿Fotografía, vídeo, escultura, texto… todo se complementa o son mundos diferentes?

Personalmente, como artista e investigadora, creo que todo se complementa, y cada vez más. Los limites y fronteras de las diferentes disciplinas se relacionan transversalmente, dando lugar a nuevas colaboraciones donde los conocimientos de un área se complementan con los de otras, nutriéndose mutuamente y creando nuevos campos de conocimiento.

¿Cómo es tu investigación antes de un proyecto?

Mi interés se dirige a explorar territorios geográficos y humanos que se encuentran en situación de aislamiento, precariedad y olvido; lugares donde se desarrolla una forma de vida humana “en precario” que, además, ha de soportar las fuertes condiciones que impone una naturaleza de gran poderío. El periodo de investigación del territorio geográfico y humano es largo. Paso meses leyendo, investigando y conectando con las personas claves para poder llevar a cabo mi viaje. Estas personas, por lo general, son nativas del lugar o profesionales especializados en aquellos lugares y sus habitantes. Una vez que la ruta está estructurada, viene la etapa de conseguir los auspicios ya que, por lo general, al tratarse de lugares extremos y aislados, el coste para llegar a ellos es elevado. En general la investigación, preparación, viaje y desarrollo del proyecto expositivo tiene una duración de unos dos años.

La ruta es diseñada siempre con los mismos objetivos: seleccionar aquellos sitios que no son turísticos, que se encuentran aislados y son de difícil acceso. La naturaleza tiene sus propias reglas y es ella la que determina qué ruta se debe seguir y cómo. En un viaje de este tipo es la naturaleza la que obliga a modificar y corregir las decisiones tomadas de antemano. Por eso, es importante no obstinarse con cumplir la ruta pactada. Adecuándose a lo inesperado, uno redescubre el paisaje y crea, sobre la base de lo fortuito y sorpresivo, una nueva visión.

Las experiencias con la gente del lugar, el trabajo de campo en los territorios que visito y las capturas realizadas a través de los soportes con los que trabajo, la fotografía y el vídeo, me proporcionan una “materia prima” que luego es reelaborada, reinterpretada desde mi óptica personal, y que suele ser presentada a través de una exposición, cuya intención es conseguir la sensibilización y reflexión del espectador sobre la vida humana que acontece en estos lugares. En pocas palabras, se trata de poner de manifiesto su existencia.

Yo creo que conoce mejor un territorio quien tiene la posibilidad de vivirlo en profundidad. Sin la experiencia in situ, cualquier documentación o lectura del territorio queda limitada, debido a que la realidad, en la mayoría de los casos, supera la ficción. No digo que no sea fundamental documentarse, investigar, conocer de antemano el lugar que se quiere abordar, pero es imprescindible convivir con el paisaje para poder hablar de él con propiedad y conocimiento. Por eso, también es básico permanecer en los lugares durante un periodo largo de tiempo y, si es posible, regresar a ellos.

¿Por qué esa atracción hacia la naturaleza hostil?

El territorio es, en general, el objeto de mi trabajo artístico, pero desvelar e investigar sitios que se encuentran en situación de aislamiento, precariedad o conflicto con el entorno, me atrae sobre manera porque, en cierto modo, cubre mi cuota de responsabilidad social. Pienso que no solo las empresas han de trabajar para llevar a cabo un correcto cumplimiento de esa obligación, sino todos y cada uno de nosotros debemos hacerlo a título individual. No toda la naturaleza me interesa, solo aquélla que influye, directa o indirectamente, en el hombre y hace de él un prisionero supeditado a sus caprichos.

A nivel personal, son las situaciones límites las que te permiten realmente conocerte y ponerte a prueba, ya que son estas experiencias nuevas y ajenas a tu realidad habitual las que te enseñan que hay que relativizarlo todo y te permiten comprender que nada es absoluto. Desde un punto de vista profesional, cada lugar o territorio es diferente y te enseña o invita a investigar en una nueva metodología; te fuerza a renovarte y te plantea nuevos desafíos.

Magdalena Correa© Wayuu

¿Tu denuncia social tiene respuesta en la sociedad?

La mayoría de las veces no obtengo los resultados que espero, quizá porque mi forma de presentarlos (museos o instituciones culturales) no son los más adecuados. Tal vez debería buscar otro tipo de organismos donde mis esfuerzos por mostrar aquellas realidades no solo se viesen recompensados por una aprobación en el mundo del arte contemporáneo, sino por organismos que pudiesen utilizar los resultados para transformar o concienciar a la sociedad.

El arte NO debería ser una forma de denuncia pasiva, sino una protesta contra la falta de compromiso de nuestra sociedad por conocer vidas paralelas que se encuentran inmersas en la miseria y el olvido.

¿De todos tus proyectos, cual es el más especial?

Todos mis proyectos han sido especiales, porque de cada uno he sacado una experiencia muy enriquecedora. Sin embargo, puedo nombrar dos que fueron muy importantes, pero por diferentes motivos. El primero fue el proyecto La Rinconada, realizado el año 2013 y que trató sobre una investigación fotográfica y de vídeo sobre la mina de oro más alta del mundo, en la provincia de Ananea, Perú. Con este proyecto aprendí a valorar la vida, ya que corrí riesgos y mi propia seguridad estuvo en peligro. Hoy en día lo recuerdo con cariño, ya que, a pesar de haberlo pasado mal y sentirme muy frágil, conseguí superar la situación y plasmar elocuentemente lo que sucedía en aquella tierra donde la muerte estaba presente en cada instante.

El segundo proyecto es Suiti. Este, por el contrario, lo recuerdo con mucho cariño y alegría, ya que la experiencia humana con la gente de Alsunga fue conmovedora e inolvidable. El cariño y amor que sus habitantes me entregaron ha sido difícil de olvidar. Hoy en día, seguimos en contacto, comunicándonos continuamente. Volvería sin pensarlo a compartir momentos entrañables con ellos.

¿Puede un artista sobrevivir si no es con ayudas y subvenciones?

Por lo menos en España y Latinoamérica, es imposible. El artista necesita vivir de ayudas y compaginar su creación con otras actividades que le permitan una entrada estable. Yo, afortunadamente, he compaginado mi creación artística con la docencia, que son actividades que me nutren y apasionan. Trato de conseguir un equilibrio entre ambas: la docencia y mi creación artística, para que ninguna reste a la otra. Así, al ser docente, aprovecho para formarme de manera permanente y ponerme al día en cuanto a conocimientos y avances tecnológicos y para luego aplicarlo en mi propio trabajo creativo.

¿Te has sentido alguna vez discriminada por el hecho de ser mujer artista?

Creo honestamente que el trabajo de la mujer hoy en día en el campo del arte es bastante más complicado que el de los hombres. El abrirse camino, hacerse un espacio y obtener reconocimiento cuesta mucho más siendo mujer que hombre. No sé por qué, pero la realidad es esa. No puedo dar un ejemplo concreto que me haya sucedido a mí personalmente, pero sí siento que nuestro camino como mujeres en el arte es mucho más empinado y lento que en el caso de artistas hombres. Sin embargo, yo soy muy testaruda, tenaz y nunca me rindo. Siempre digo: tendrás muchos NOES, pero seguro que finalmente obtendrás un SI. Esa es mi filosofía de vida.

¿Por qué elegiste Madrid para vivir? ¿Qué te ha aportado en tu carrera como artista?

La verdad es que Madrid me escogió a mí y yo no a ella. Cuando llegué a España el año 1996 fui a parar a Barcelona, ya que me empeñé en realizar un doctorado en fotografía y vídeo en la ciudad condal. Fui feliz y mis grandes amigos aún permanecen en Barcelona.

Un día conocí al que hoy es mi marido, Emilio Navarro, quien en ese momento (2006) era el director del Centro de Arte Caja de Burgos. Por supuesto, el amor es más fuerte y emprendí mi viaje hacia la ciudad castellana. Emilio conocía al director del Departamento de Bellas Artes de la Universidad Antonio de Nebrija, Pablo Álvarez de Toledo, quien me ofreció un puesto en el Departamento de Bellas Artes. Fue entonces (2010) cuando por este motivo llegué a Madrid, ciudad que me ha proporcionado momentos intensos y muy plenos. Opino que es una ciudad llena de vida; me encanta su gente, su vitalidad y sus actividades culturales.

Con relación al desarrollo de mi carrera, debo reconocer que me ha proporcionado la oportunidad de realizar tres exposiciones, de las que me siento muy orgullosa. La primera, en el Centro de Arte de Alcobendas, representando a Chile en Photoespaña, 2015. Luego la exposición realizada sobre el proyecto Wayuu, en Casa América, 2016 y, finalmente, mi último proyecto llamado Suiti, en el Centro de Arte Tomás y Valiente, 2020 y en la Galería Adora Calvo de Madrid.