
¿Te consideras una artista vocacional?
Desde luego, me entusiasma dedicarme a hacer imágenes; me parece un extraño privilegio. Y lo que se suele asociar a la vocación, en mi caso, se cumple. Ya desde pequeña, dibujaba mucho y me encantaba la pintura, incluso en las enciclopedias, que era, en realidad, mi mejor modo de acceso a ella, porque en Palencia no hay grandes museos ni galerías.
Pero es verdad que me gustaban mucho también otras disciplinas: la psiquiatría y la biología sobre todo. Imagino que, si finalmente las hubiera escogido, me sentiría satisfecha de igual modo.
Estudiaste Bellas Artes en la universidad de Salamanca, te doctoraste en la de Castilla-La Mancha y ahora impartes clases en la de Pontevedra ¿La docencia es tan diferente entre ellas como parece desde fuera?
Es cierto que cada Facultad tiene su identidad propia. Algunas están apegadas a formas de enseñar más tradicionales; otras son más conceptuales, o más experimentales, o interdisciplinares, o apuestan por asignaturas basadas en nuevas tecnologías, o en otros procedimientos contemporáneos. En cierto número de ellas, la tutorización es más intensa y la asistencia a clase mayor; en otras trabajan más por proyectos y los alumnos se forman incentivando su autonomía…, y así podría seguir con cientos de matices.
El proyecto docente, que puede variar muchísimo de un centro a otro, influye en todo lo anterior. Puede haber asignaturas y contenidos tan diferentes… Pero creo que también es determinante la confluencia de unos profesores concretos, una cierta dinámica de grupo que promueve un determinado clima en una Facultad. No es que puedas hacer cualquier cosa en cualquier asignatura, hay una guía docente que seguir, pero en Bellas Artes, sin duda, cada profesor puede imprimir mucho carácter a contenidos e incluso ejercicios similares. Una asignatura “convencional” puede impartirse de forma revolucionaria.

¿Cómo valoras que a los 31 años expusieras en el Espacio Uno del Museo Reina Sofía? ¿Te facilitó las cosas al principio de tu carrera?
¡Aún recuerdo con nitidez la sensación de incredulidad y de fortuna! Fue muy importante porque, como es lógico, anima muchísimo, pero también porque pasé a otra escala de proyecto, tanto por el espacio como por el propio carácter y prestigio del Centro.
Mujeres locas, mujeres muertas, mujeres ciborgs, mujeres monstruo, la feme fatal reconducida o castigada ¿Con el arte y un discurso feminista puedes cambiar las historias de la mujer?
Siempre he creído que el arte es emancipatorio, y para creer eso tienes que creer que lo simbólico afecta a lo real, que la forma en que los artistas ven el mundo contagia a sus espectadores. Considero que todo arte es político, porque cada imagen que se hace, aunque no sea explícitamente política, representa una forma de entender el contexto, el sistema, la identidad, la historia…, y está claro que a través de las imágenes aprehendemos el mundo y, por tanto, nos comportamos de cierta forma en él. El arte no es tan solo un reflejo pasivo de significados y valores, es un constructor activo de significados y valores.
Así que, respecto a la emancipación femenina, por supuesto que creo que el arte feminista ha sido y es de gran valor.
¿Puedes hablarnos de las mitologías en tu obra?
Los mitos religiosos, que para mí son fábulas, están inscritos en nuestra tradición de pensamiento, impregnan nuestra ideología y, en muchos casos, e independientemente de que estén vinculados a religiones, me parecen relatos poderosos y sugerentes.
Algunos de los que he abordado, como El ángel caído/ Ícaro o El infierno, me han ayudado a expresar contenidos muy diversos: la dependencia de la tecnología, las fantasías de poder e invulnerabilidad, los experimentos desmedidos y fallidos, la incapacidad de comprendernos íntegramente y la condena que eso supone, la tortura psicológica que, finalmente, se somatiza…
¿Por qué utilizas contenidos de la ciencia ficción?
La ciencia ficción que me interesa es la que plantea sociedades alternativas a la que conocemos, la que imagina otras formas de concebir la identidad. Es decir, que no se limita a especular sobre avances científicos o tecnológicos, sino también sociales y culturales.
Sean utópicos o distópicos, esos escenarios suponen una perspectiva crítica sobre nuestra realidad y, en ocasiones, también propuestas que pueden ser reveladoras e incentivadoras, e imaginarios que necesitamos para transitar por esta época de tecnologías que están cambiado ya radicalmente nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos.
¿Qué opinión tienes sobre la situación actual de las artistas españolas?
Los porcentajes de inserción de mujeres artistas en cada práctica profesional (becas, premios, exposiciones, compras…), que vemos, por ejemplo, en los informes de MAV (Mujeres en Artes Visuales), son incontestables. Suponen una vergüenza y, por tanto, son intolerables.
Creo que actualmente las jóvenes artistas son conscientes de ello, y que esta situación hace que comiencen sus carreras ya con menos fuerza y entusiasmo. Las expectativas de futuro son necesarias, especialmente en una carrera que ya de por sí es tan incierta y precaria.
Es una discriminación que hay que combatir desde todos los sectores del arte, en cada jurado en que participemos, en cada selección de artistas que hagamos, en cada artículo que escribamos, en cada comportamiento y cada declaración. La Ley de Igualdad no debería limitarse a proponer, sino también a sancionar los incumplimientos, porque está ya claro que los avances son muy muy lentos.