
¿Cuáles eran las inquietudes de la Marina Vargas niña?
A la Marina Vargas niña le gustaba mucho salir con su hermano y sus vecinos a montar en bicicleta. Recorrer una y otra vez la autopista recién asfaltada, que aún no se había estrenado y que lindaba con el pueblo. Otro de sus juegos preferidos era jugar al escondite las noches de verano, a la luz de la luna y en mitad del campo.
Era muy activa y siempre andaba enredada en juegos imaginarios con mi hermano y mis seis vecinos (todos niños). Hasta que más tarde llegó Pilar, la única niña de mi vecindario en aquel entonces.
No tenía miedo a la oscuridad, ni a estar sola, y siempre andaba inventándome aventuras… Pasaba los fines de semana jugando en el taller de carpintería de mi padre. El olor a barniz y viruta me acompañó toda mi infancia.
Los ratos que no estaba con mis vecinos, los pasaba dibujando o leyendo alguno de los libros que mis padres no habían podido leer por falta de tiempo. Soñaba y me proyectaba en un futuro con muchos viajes. Siempre que podía iba de campamento, sin importarme el lugar o si iba sola. Tenía una gran curiosidad por conocer lugares nuevos y gente diferente…
En cierta manera, huía del temor a quedarme en mi pueblo, como les sucedió a tantas mujeres de mi familia a las que he admirado y que no pudieron desarrollar su potencial; como mi propia madre, mi abuela o mi tía Eloísa. Las mujeres que, por otro lado, me criaron, pues vivía con ellas y crecí con ellas. A los 11 años sufrí un accidente de coche y, debido a las secuelas, estuve parcialmente imposibilitada durante dos años. Eso me hizo descubrir el dibujo como la mejor manera de desplazarme.
Entendí que podía expresarme sin palabras y comencé a centrar mi atención e interés en la pintura y el arte. Me pasaba horas mirando las imágenes de las enciclopedias de historia del arte y las revistas de Nuevo Estilo que coleccionaba mi padre para ver muebles. Creo que fue en esa etapa en la que sentí la llamada….
¿Qué importancia das a la formación artística? ¿Y fuera de España?
El arte es una gran herramienta de vinculación con el otro y con lo otro. Puede que el arte no cambie el mundo, pero es una gran herramienta de transformación social.
Tenemos un ejemplo de ello en cómo el arte acercó socialmente determinadas enfermedades que eran tabú en su momento, como el VIH, que visibilizó la problemática social y la personal. Fue el caso de Pepe Espaliú, Félix González Torres, o el de otros artistas que actuaron de igual modo con el cáncer, como Hanna Wilke, Jo Spence o la española Mara León. Esta última, incluso consiguió cambiar la ley en Andalucía para que la Seguridad Social se hiciera cargo de la reconstrucción de pecho, a través de una foto-performance a la que se sumaron muchas mujeres mastectomizadas.
Ese es el poder del arte: curar, vincular, crear reflexión y generar cambios necesarios. Tener formación artística hace que veamos la realidad desde otro prisma. Nos hace ser agentes activos del poder y del uso de las imágenes. Fuera de España, tener formación artística es un símbolo de desarrollo cultural. Cuando voy a los museos, me encanta encontrar a niños que, sentados en el suelo, frente a los cuadros, dibujan o conversan sobre lo que perciben y ven. Esta situación, por desgracia, es más difícil encontrarla en España, a no ser que el niño tenga unos padres que se preocupen de ello. Creo que es bastante indicativo de lo mucho que aún nos queda por hacer en este sentido.
Has trabajado en varias disciplinas artísticas ¿En cuál te sientes más cómoda?
Sin duda alguna, la más directa para mi es el dibujo.
El dibujo es el medio en el que converso más íntimamente conmigo misma. En muchas ocasiones, es dibujando cuando encuentro obras que evolucionan y llegan hasta a salir del papel. Dibujando me descubro, me escucho; me hace regresar a mi lugar cuando siento que me he alejado por tanto ruido. Dibujando, siempre me encuentro.
¿Cuántas veces te has preguntado por qué haces arte?
Muchas. Y sigo haciéndome la pregunta. Creo que si no me hiciera esa pregunta, estaría demasiado acomodada y más preocupada en crear resultados que interrogantes y reflexión…
¿De qué manera tu vida personal ha afectado a la creación de obra?
La verdad es que mi vida y mi obra son una. Me cuesta mucho separar obra de actitud. Creo que, al mismo tiempo que expones, te expones.
Que no exista esa barrera o temor a mostrarse, es lo que más me ha interesado de mis artistas referentes: Bourgeoise, Ana Mendieta, Hilma af Klint, James Lee Byars, y muchos más. Que desaparezcan los límites entre arte y vida, romper esos márgenes, es lo que hace que la obra se active y no sea un objeto más de entre los muchos que podría ser. Mostrar tu obra, y con ella tu sentido crítico, tus reflexiones y tu posicionamiento, es algo que configura una unidad, y es lo que hace que la obra tenga alma y no sea un cascarón. Soy consciente que no siempre tiene que ser así, y lo respeto, pero yo no lo puedo concebir de otra manera, ni quiero.
Me diagnosticaron cáncer de mama el pasado 18 de noviembre, y mentiría si os dijera que mi persona y mi trabajo no han cambiado o evolucionado a partir de esta experiencia. Siendo consecuente conmigo misma y con mi obra, he adquirido el compromiso de visibilizar y apoyar a una de cada esas ocho mujeres que, tristemente, les toca o les tocará, como a mi, pasar por este duro proceso que aún no está integrado socialmente y que se estereotipa tras colores y etiquetas publicitarias que se alejan mucho de la realidad.
El arte es una gran herramienta para llegar a transmitir un mensaje con mucha eficacia y estoy fielmente comprometida a transformar mi dolor y trascenderlo para poder ayudar y continuar la cadena de las que lo han hecho antes. Para eso está el arte, que es vida.
¿Se puede vivir del arte sin el respaldo de una galería?
Esta pregunta se podrá responder de manera más contundente cuando termine la pandemia y veamos todos los cambios de estructuras que se producirán.
Una galería apoya y ayuda mucho. Es un gran escaparate y, si llevan tu obra a ferias y te promociona bien, son recursos que contribuyen a que puedas centrarte en hacer tu trabajo.
Aunque una artista no puede relajarse en ese sentido, ni pensar que porque tenga una galería ya va a poder vivir del arte. De hecho, la gran mayoría consigue vivir por rachas, a pesar de tener galerías con súper nombre. No es oro todo lo que reluce.
Hay muchas artistas que, por el tipo de obra o proyectos que realizan, viven de becas y están profesionalizados y saben dirigir y apuntar los diferentes proyectos, a las diferentes instituciones. Y hay otras muchas que han tomado iniciativas propias y paralelas y han creado espacios alternativos y se autogestionan. (Esto es muy frecuente en Berlín, por ejemplo). Todo cambia y depende del contexto en el que te muevas…
Lo cierto es que una artista no es propiedad de nadie y se representa a si misma. Para mantenerse en pie, no tiene que dejar que su vida dependa de una galería o no. Las galerías pueden aparecer y desaparecer, pero tú tienes que seguir. Eres tu propia gestora, con o sin galería, y cuanto antes se tenga consciencia de esto, mejor.
De la misma manera que hay galerías que pueden llegar a ser un trampolín, hay otras que pueden aparentar esto y ser una horca.
Una artista no puede proyectar sus objetivos profesionales en una galería. Esto no es real, es más: es tóxico. Las galerías te acompañan, pero no siempre. Lo más normal es que una artista, en su evolución y proceso, en algunos momentos haya formado parte de diferentes galerías, y en otros no haya tenido ninguna.

¿Tu pieza La piedad Invertida te ha ocasionado algún problema con respecto al sentimiento católico?
En ningún momento he tenido ningún problema en ese sentido. Creo que cuando las obras se hacen con el objetivo de transmitir un mensaje desde el respeto y no desde la pura provocación, se puede llegar a crear cualquier reflexión. No me interesa provocar por provocar, y creo que esta obra está muy cuidada en ese sentido. Es más, en muestras como la comisariada por Susana Blas Brunel en “Las formas del Alma”, que primeramente fue inaugurada en el Instituto Cervantes de Madrid, se expuso la doble inversión de la piedad invertida (2013), colgada del techo y, justo debajo, se situó La Piedad invertida o La madre muerta 2017. Una negra y otra blanca, respectivamente. Me contó Susi que algunas monjas habían visitado la exposición y quedaron encantadas.
Todo depende también de en qué contexto y cómo se presente la obra. Esta muestra fue un homenaje a Santa Teresa y viajó por diferentes lugares, desde Italia a Belgrado o Bucarest, y aunque esas piezas no viajaron, sí lo hizo el libro en el que estaban publicadas, así como otra piedad que se incorporó en Belgrado y a la que bauticé como La Piedad de Belgrado.
En ninguno de los lugares en los que permanecieron tanto la exposición como el libro, tuve ningún tipo de conflicto, y eso me satisface profundamente.
La Piedad Invertida también se llegó a exponer en Arco y, en ese sentido, estaban más preocupados los galeristas con la posibilidad de que despertara algún tipo de conflicto. No sólo no fue así, sino que me llamaron porque había una mujer que se emocionó y hasta lloró, y quería hablar conmigo.
Esta mujer, además, se fijó en el corazón que la piedad tenía en su mano y lo relacionó con la operación de corazón que había sufrido su hijo pequeño, evocando cómo él, a pesar del proceso tan duro que había atravesado, la sostuvo para seguir adelante, juntos. Eso es lo bello de crear una obra dirigida, pero, al mismo tiempo, abierta: que va sumando conceptos y experiencias….
¿Podemos entender tu obra sin el trasfondo de un compromiso social?
Yo, socialmente, estoy comprometida y creo que mi obra está empapada de eso. Aunque algunas piezas no sean tan directas, llevan esa carga…
Como he dicho antes, la actitud y el posicionamiento es lo que activa una obra y hace que no sea un mero objeto.
¿Cómo llegaste a la representación del tarot?
Desde mi adolescencia, siempre me llamaron la atención las imágenes de las diferentes barajas de tarot. Cuando empecé la carrera tuve un profesor en escultura y proyecto escultórico que nos daba clases magistrales desde primero. En sus clases se fusionaba arte contemporáneo, cine, filosofía y poesía. Este profesor, Víctor Borrego Nadal, daba clases en cursos de doctorado sobre chamanismo. Un amigo mío y yo, siendo estudiantes de primero de carrera, nos colábamos de oyentes en esas clases. Ahí descubrimos a Jung, a Castaneda y gran parte del arte africano.
Este fue uno de mis primeros encuentros con el tarot. Después, con el tiempo, tuve la oportunidad de pasar largas estancias en Cuba y Caracas (Venezuela), lugares en los que el tarot se puede encontrara en la vida cotidiana junto a diversos tipos de rituales.
Ahí comencé a hacerme consultas y a tratar de estudiar e investigar este sofisticado sistema cosmogónico, al mismo tiempo que lo experimentaba de forma directa y personal.
Con el tiempo, adquirí la madurez necesaria para poder adentrarme y distanciarme, para poder trabajar con ello, y así inicié el proyecto de Las Líneas del Destino. Proyecto que toma como objeto de estudio la baraja de tarot de Marsella para generar y crear mi propio sistema simbólico, mi propia baraja. La diferencia con la que abordo este proyecto, entre muchos de los artistas que han creado su propia baraja, es que yo voy creando mi baraja en base a las consultas que me voy haciendo.
Esto significa que puede que nunca termine el proyecto, ya que no extraigo de la baraja las cartas que me han salido en una consulta. Y lo más normal es que se repita una determinada carta o que no te salga nunca.
Así es como concibo mi baraja, como dos barajas. Una en formato grande, en la que analizo y estudio la carta “como imagen arquetípica”, y otra “negra”, a la que llamo familiarmente “dibujos negros”, en la que represento el sentido de esa carta en la consulta; es decir, en relación con las cartas que la acompañan. De esta manera, si se repite una carta, haré un segundo dibujo negro en base a la consulta, para que quede registro de mi camino evolutivo.
Me parece muy interesante poder afrontar un proyecto que me marque los tiempos y las pautas, ya que, hasta que no cierro “tirada”, no puedo continuar trabajando este proyecto. Al mismo tiempo, se podrá ver la evolución de mi pintura y de mi dibujo a medida que desarrollo las piezas, puesto que hablamos de un proyecto que se inició en el 2016.
Estamos tan acostumbrados a trabajar proyectos con un principio y un final, que me parecía muy interesante abordar uno en el que la línea de tiempo es cíclica, como ocurre con la baraja de tarot.
Este es un ejemplo evidente de los proyectos en los que más claramente se puede ver la vinculación entre mi obra y mi vida.
¿Puedes contarnos alguna anécdota increíble o curiosa que se nos haya quedado en el tintero?
Anécdotas muchas. Algunas, que prefiero no recordar, pero que forman parte de mi y está bien visibilizar o rememorar. El mundo del arte no es diferente a la vida real y, aunque en apariencia el mundo de la cultura es un mundo civilizado, también hay violencia.
Durante una feria sufrí una agresión por parte del padre de uno de mis antiguos galeristas. Denuncié la agresión, dejé la galería e hice un comunicado público para visibilizar esto. Pasaba el tiempo y no recibía notificación alguna de mi denuncia. Sin embargo, durante este período, el que fue mi agresor y exdirector del CAC de Málaga fue nombrado Secretario de Cultura de la Junta de Andalucía. En el tiempo que ejerció como tal, lanzó amenazas contra el resto de los directores de los museos de Andalucía. Desmanteló el CAF (Centro de Arte de Fotografía) y se deshizo de su director. Mientras tanto, reactivé mi denuncia, ya que, al parecer, había sido extraviada por un extraño error administrativo, y fuimos a juicio.
Tuve que ir a juicio sin pruebas, ya que, aunque en mi denuncia pedí un registro policial de cámaras, este nunca se llegó a realizar, como consecuencia del extravío de la denuncia y de que las grabaciones sin petición de registro sólo se conservan dos semanas. Aún sin pruebas, el juez, en su sentencia, me concedió toda su credibilidad. Consideró que, además de ser muy sospechoso que mi denuncia se perdiera, hubo contradicciones entre los testigos que llevó mi agresor (algún testigo falso y otro que era de verdad, pero que mintió).
Así que mi agresor no fue condenado, porque era un juicio de falta leves y faltaban pruebas directas, pero el juez dictó una sentencia de cinco páginas en las que me otorgaba toda su credibilidad y prohibía al susodicho que me denunciara por mancha al honor, pues antes tendría que demostrar que lo tenía. Este innombrable dimitió de su puesto de secretarillo, pero es conocido por todo el panorama cultural debido a todas sus aberraciones e injerencias, y aún sigue haciendo una tras otra…
Todo este caso está recogido en prensa y es público. Y solo es un ejemplo más, de los muchos abusos, injerencias y corrupciones que se producen dentro del mundo del arte. Temas que de los que no se suele hablar, aunque sería muy necesario hacerlo.
Esto que viví se me quedó pequeño y agua pasada no mueve molino, máxime en la situación en la que nos encontramos, en plena pandemia, y en mi estado. No es más que uno de los muchos abusos que se producen en un sistema que no tiene control, ni una estructura sólida, y que esperamos se transforme para bien.