Olimpia Velasco. Entrevista

Let me breathe. 2018 mixta sobre lienzo. 195x195cm.© Olimpia Velasco , VEGAP, Madrid, 2021

 ¿Haber nacido en Madrid es una ventaja o un inconveniente?

Nunca he tenido la necesidad de pertenecera un territorio, sobre todo si ello condiciona mi identidad individual y mi libertad. Me considero una “radicante”. Sí es cierto que el hecho de haber nacido en una ciudad como Madrid, me ha dado la oportunidad de conocer a mucha gente diferente, y eso me ha aportado a nivel personal muchas experiencias, lo cual agradezco.

¿Para una artista, es más fácil vivir en Palma de Mallorca?

Si sigues conectada nacional e internacionalmente, sí es más fácil. Hay menos atascos, mucha más tranquilidad, y eso hace que tengas más tiempo para desarrollar tu trabajo. Además, en las Islas Baleares se cuenta con determinadas subvenciones de movilidad que permiten al sector artístico poder realizar proyectos expositivos en la península y en el extranjero.

¿Tener una formación internacional es fundamental en la carrera de una artista?

Es necesario, sobre todo por lo que te ofrece tener referentes distintos. Cuanta más amplitud de miras y mayor conocimiento acumulas sobre lo que se está haciendo fuera de tu entorno, más creces como persona y, por lo tanto, como artista.

¿Por qué tu web está escrita en inglés?

Mezclo inglés y castellano. Creo que lo más importante es que se entienda mi trabajo. Y el inglés es el idioma que en el sector artístico se utiliza mayoritariamente. Es comunicación.

¿De qué manera tu vida personal ha afectado a la creación de obra?

Considero que mi vida personal está completamente ligada a mi creación artística. No entiendo mi vida sin hacer arte. Creo que hace muchos años que no me levanto sin dar prioridad a crear. Tengo la necesidad de crear para poder seguir viviendo.

¿De toda tu producción, cuáles son los temas más recurrentes?

Mi trabajo está siempre relacionado con la línea (entendida como recorrido, fuga constante que anuncia el infinito) y los otros mundos (que nos permiten sobrevivir en éste), desde una perspectiva de mujer.

Durante estos últimos años, mi trabajo artístico ha estado ligado a la naturaleza y a la respuesta desesperada que ella ofrece ante las invasiones humanas, desde sus despertares silenciosos hasta sus gritos más violentos.

Mi obsesión por el deseo, por tener un pensamiento nómada, por ser una radicante, por poder flotar en el vacío (el silencio) y por poder atravesar la línea que nos persigue y nos hace estar expuestos, se repite tomando diferentes formas con las que trabajo. Es así como libero el caos que me persigue, convirtiéndolo en obras (caosmos).

Mis proyectos e intervenciones artísticas tienen como hilo conductor el desplazamiento humano como forma de conocimiento, respeto y entendimiento de unos a otros; la comprensión de nuestra soledad como la manera de acercarnos a la vida y a la muerte; y la cada vez mayor identificación del ser humano con la naturaleza, entendiendo que somos parte de ella y que nuestros ritmos vitales deben ir unidos a los ritmos naturales: volver a la naturaleza es volver a casa.

¿Qué te dice la palabra “oscuridad”?

Desde que realicé el proyecto La oscuridad, Espai Dipòsit. Casal Solleric. 2018 (mi pequeño homenaje a las mujeres que han estado y están presas por pensar y decir lo que piensan), la palabra oscuridad representa el silencio y la soledad, la falta de libertad, los abusos de los otros, la decadencia del ser humano, la impotencia, la cárcel, las torturas, las violaciones, el castigo por ser mujer…

La oscuridad significó descubrir que personas que te rodean han pasado por situaciones muy dolorosas. Reivindicar su historia, recuperar la memoria y dar visibilidad a un periodo histórico silenciado (Uruguay, España…), fue el objetivo del proyecto.

¿De todos tus proyectos, cuál es el que más satisfacciones te ha dado?

1. Por lo reflexivo y completo: La Montaña Mágica,2019-2020.

A partir del libro de Thomas Mann y las historias contadas por mi madre sobre su estancia en un sanatorio para tuberculosos en la Sierra de Madrid, desarrollé los conceptos de tiempo – naturaleza – soledad y respiración. Este proyecto tuvo tres itinerancias: una performance en WE COLLECT. Madrid 2019; una residencia y exposición en el Bai & Yun Art Museum de Moganshan. (China) 2019 y, finalmente, y tras el confinamiento, se pudo exponer y presentar el catálogo en la galería Maior de Pollença, en abril de 2020. 

Fue un proyecto muy completo a nivel humano y de creación, ya que pude trabajar en Madrid con jóvenes actores. Mi estancia en China (bastante aislada y en soledad) me hizo reflexionar a todos los niveles y, además, la última fase coincidió en tema y tiempo con la covid 19.

La Partida, acción de Peso. 2018.Instalación. Escultura (piedra, madera y cuerda) + Vídeo (loop).© Olimpia Velasco , VEGAP, Madrid, 2021

 2. Por la emoción que me supuso realizarlo: La partida “acción de peso”, Iglesia de santo Domingo, museo de Pollença. 2018. 

Fue un proyecto que rindió homenaje a todas las mujeres que salieron de sus pueblos durante el éxodo rural (entre ellas, mi abuela) para atender las necesidades que otros les habían impuesto. No decidieron ni fueron preguntadas. Muchas nunca volvieron a sus pueblos, ahora vacíos; inquilinas nómadas que avanzaron solas con sus recuerdos, siempre en silencio y aliviando su peso en el camino. La instalación central de la exposición y el vídeo que la acompañaba era un registro de la performance realizada junto con las participantes del taller que impartí en el Museo Es Baluard (Enclaves íntimos en el Paisaje).

En estos tiempos tan inciertos ¿Qué proyectos tienes?

Estoy trabajando en el proyecto El año sin verano, cuyo objetivo consiste en una reflexión sobre cómo acontecimientos naturales producidos en un punto del planeta (muchos de ellos consecuencia del maltrato a la naturaleza), pueden cambiar la situación global del ser humano en el mundo y acelerar procesos que traen consigo un replanteamiento de los principios éticos que regulan las relaciones humanas y sociales en un nuevo contexto mundial. Desde un pensamiento creativo y no científico, evalúo los paradigmas que plantea el auge (acelerado por la situación covid 19) de la inteligencia artificial y el avance científico actual, que no se corresponde con un desarrollo ético y legal que regule las relaciones entre el ser humano y las máquinas.  Basándome en dos libros, Frankenstein, de Mary Shelley y Máquinas como yo, de Ian McEwan, escritos con dos siglos de diferencia, pero con temática y situación similares, propongo sacar a la luz cuestiones que tienen que ver con los límites éticos en la programación de una robótica basada en la velocidad, la inmediatez y la producción.

El proyecto invita al espectador a cuestionarse si esta nueva situación no hará todavía más frágiles a las personas vulnerables. ¿Sobre qué datos morales se basa la programación de los robots? ¿El feminismo está presente en esta programación? ¿Contemplan al sector marginal? ¿Qué responsabilidades tienen las/los jefas/es robots? ¿Cómo tratan las diferencias? ¿Quién tiene la última responsabilidad? ¿Se utilizarán los principios filosóficos para crear robots justos cuando la asignatura de filosofía está siendo marginada en los planes de enseñanza? ¿Qué papel debe aportar el sector cultural y el arte a los nuevos algoritmos? Éstas, y otras muchas preguntas, estarán presentes en un proceso de investigación creativa en el que la intervención ciudadana tendrá un papel decisivo, y que se materializará posteriormente en distintas piezas artísticas basadas en la instalación, el dibujo y la performance.

Pues, en esto estoy…