Paloma Muñoz. Entrevista

Blind House 11, Milford Pensilvania. 2014. ©Walter Martin y Paloma Muñoz. © Paloma Muñoz, VEGAP, Madrid, 2021

¿Qué ventaja o desventaja supone pertenecer a una familia de artistas?
La mayor ventaja es el poder compartir las vicisitudes de ser artista. Es una profesión muy difícil y tener apoyo moral, ser entendido, significa mucho. Hablo casi todos los días con mi madre, Paloma Navares. Tenemos una conexión muy especial.

¿Qué importancia das a tener un recorrido fuera de nuestras fronteras?

Es muy importante salir de España y ver mundo. Eso no quiere decir que un artista sin proyección internacional no sea fantástico, pero conocer y ver la obra de otros artistas, preocuparse por seguir los discursos que se producen en el arte, es fundamental. El arte es parte de un diálogo, una dialéctica con la historia, con los tiempos en que vivimos y con las nuevas tecnologías, y no me refiero solo a las tecnologías digitales. Un arte que no conversa con el mundo, un arte aislado, puede ser muy interesante o exótico, pero prefiero un arte que pregunta a todo pulmón y que se relaciona con la vida, aunque sea desde una perspectiva intrínsicamente solipsista. 

¿Por qué Nueva York?

Por amor, pero también por un deseo de encontrar aventura. Conocí a Walter Martin en Nueva York en 1993 y, aunque suene cursi, nos enamoramos. Nada más conocernos formamos un vínculo profundo.

Nos fuimos a vivir al barrio llamado Alphabet City, en Manhattan, que en esa época era bastante salvaje; no era caro vivir allí, se podía ser un artista pobre, alquilar un estudio pequeño no era imposible. Pero pronto nos fuimos a Brooklyn. Había bastantes españoles por allí; Txuspo Poyo y Pedro Mora, Elena del RiveroDaniel Canogar pasaba a menudo por allí. Evidentemente, irse ahora a Nueva York es imposible. No solo por la COVID, sino porque, a pesar de que los precios de los alquileres están ahora bajando un poco, la ciudad se ha globalizado tanto en la última década que se ha llenado de apartamentos carísimos en los que a menudo no vive nadie. Las zonas industriales baratas han desaparecido y son ahora torres de apartamentos de lujo. Además, esta administración está poniendo muchas dificultades a la inmigración y esa antipatía no invita a que artistas de otros países quieran o puedan irse a vivir allí. La ciudad se ha convertido en un depósito de capital para los más ricos del mundo y el día a día para los artistas que no estén ya asentados, es casi imposible. El mundo de la cultura en Nueva York está sufriendo una crisis muy grave y su salvación depende de encontrar una cura, una vacuna para esta epidemia y un cambio en la Casa Blanca, un presidente que quiera apoyar a la ciudad. 

Blind House 10, Goshem New York. 2014. ©Walter Martin y Paloma Muñoz. © Paloma Muñoz VEGAP, Madrid, 2021.

En tu caso, parece posible combinar la vida en pareja con la vida artística ¿Cuál es el secreto?

El sentido del humor y el cariño. Walter y yo nos queremos muchísimo; sabemos reírnos juntos y perdonarnos las muchas faltas que tenemos.

Dioramas, miniaturas, bolas de nieve… ¿Cómo nació ese proyecto?

Surgió a mitad de carrera, cuando Nueva York se nos puso invivible. Tras varias mudanzas en la ciudad, nos cansamos y nos compramos una casa baratísima en el bosque de Pensilvania, en la que podíamos vivir y trabajar. Sin embargo, una vez aquí, en este bosque salvaje de Pensilvania, que se encuentra entre el mundo rural y los suburbios extremos Neoyorquinos, nos sentimos muy aislados; para nosotros supuso un choque cultural. En nuestra obra, hasta ese momento, trabajábamos con conceptos del ready-made, objetos que tenían carga semiótica y con fragmentos del cuerpo. La idea de la bola de nieve surgió al reconocer en ella un vehículo comunicativo. Nos divirtió la idea de subvertirla. Estábamos empezando esta serie cuando se produjo un evento que trasformó la sociedad americana en muchos aspectos. Tras el 11 de septiembre, entramos en un momento histórico muy diferente, un estado más paranoico, de vigilancia a los ciudadanos. A esa sensación de pérdida de privacidad se unió la alienación política y económica que sentimos allí millones de personas. Las bolas de nieve se convirtieron en un diario de nuestra experiencia social y política, y también de nuestras ansiedades y temores, a menudo impregnados de cierto humor negro.

Los dioramas surgieron años después, cuando buscábamos una visión un poco más épica y expansiva.

Esas mismas ideas las hemos representado también en el proyecto de las Casas Ciegas, que queremos exponer en Málaga, en la Galería Isabel Hurley.

Imaginamos que técnicamente tiene muchas dificultades ¿Todo lo hacéis vosotros?

No todo; las figuras las compramos y las bolas de cristal también. La parte más artesanal del proceso es crear los paisajes, los árboles y otros elementos.  En realidad, es un proceso intelectual disfrazado de artesanía. Nos gusta ese disfraz, parecer artesanales, cuando somos conceptuales. Parecer conceptuales, cuando somos artesanales. 

¿Cuánto tienen de autobiográfico?

Creo que, a nivel emocional, mucho. Tienen un aspecto diarístico. También expresamos un deseo de espiritualidad y ritualidad en un mundo materialista y casi nihilista. La bola tiene un componente ritual al agitarla y ver la nieve caer, al mirar hacia su interior, nos trasporta al interior de un mundo.

¿Existen tantas diferencias entre el mercado del arte en Estados Unidos y España como se intuyen desde aquí?

Si. El mercado americano es increíblemente fuerte y tiene un mercado secundario vibrante, pero también es radicalmente elitista. Hay mucho dinero concentrado en pocas manos y el arte, igual que la inmobiliaria o la bolsa, es un vehículo de inversión. Es un perfecto reflejo del modelo económico y por esa razón está concentrado en poquísimas manos. El 90% de las exposiciones individuales en museos americanos las hacen artistas de tan solo 10 galerías.  Es muy difícil formar parte del discurso. Puedes crear, pero eso no significa que estés participando en el discurso. Muy pocos artistas tienen voz.  Esto no significa que sea un mercado inmovilista. Al contrario, es un mercado dinámico que cambia convulsivamente. Este año, el mercado del arte se está volcando clarísimamente en apoyar el movimiento Black Lives Matter y mostrar las obras de artistas afroamericanos a los que no se ha prestado la debida atención ni apoyo en las últimas décadas, pero, principalmente, en apoyar a una joven generación de artistas. Incluir más voces en el discurso del arte es fundamental si queremos vivir en un mundo más democrático.

¿Volverías a Madrid?

Si…claro que me gustaría, y lo estamos planificando poco a poco. La gente que más amo en el mundo está en Madrid y es una ciudad vibrante. Pero es un proceso realmente difícil esto de retornar tras casi 30 años en Estados Unidos, y claro, quiero traerme a Walter conmigo.

También amamos el mar Mediterráneo, es un mar bellísimo, y somos nadadores de larga distancia.

Junio 2020.