La obra de Paula Anta consiste en una prolongada y muy original investigación del paisaje como forma cultural y no simplemente como despliegue de la naturaleza. A lo largo de los años y de manera metódica ha ido haciendo series fotográficas que escenifican distintos modos de ser del paisaje. Y digo <<escenifican>>, porque en todas ellas prima la puesta en escena o su variante: los encuadres cuidadosamente elegidos con el fin de que las fotografías resultantes sean evidentes productos del cálculo y la reflexión y no de la espontaneidad o del mero golpe de vista. En sus series es posible advertir además una cierta progresión, desde los espacios interiores ocupados o invadidos por las plantas hasta la dedicada a unas extrañas esculturas efímeras construidas por ellas en parajes desolados, pasando por las floristerías y las casas de palmeras o pabellones botánicos. La contemplación solitaria del paisaje – ha dicho – es una forma de <<tomar consciencia de nosotros mismos> y su fotografía la forma de compartirla.